miércoles, 23 de octubre de 2019

WINSTON CHURCHILL: EL HOMBRE DE LOS 'MIL ACCIDENTES' Y SU RELACIÓN CON LA MALA SUERTE QUE MARCÓ TODA SU VIDA

       Winston Churchill es la evocación nuclear del cúmulo de figuras europeas importantes del siglo XX, sin duda, de las más determinantes y reconocibles de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Churchill se caracterizó por ser un hombre poliédrico, contradictorio y huraño a la vez que afable, carismático y seductor. Esos rasgos reaparecen a lo largo de su vida tanto en privado como en público. Como primer ministro del Reino Unido, logró motivar la participación prolongada en el conflicto y unir a los británicos en uno de los episodios más oscuros de su historia a pesar de las oposiciones y las serias divergencias. Todo esto no hubiese sido posible sin su atractiva personalidad y su innegable talento como orador. De hecho, el Líder de la oposición, Clement Attlee, rindió homenaje a su formidable y estratégico oponente, y lo llamó 'el último de los grandes oradores que puede tocar las alturas'. No es de extrañar, por tanto, que haya producido tantas citas memorables y nuevos vocablos en su trayectoria.
    Extravagante, firme, provocador, visionario, controvertido, prestigioso, desafiante, militar de oficio, pintor aficionado, incansable lector, escritor prolífico y brillante parlamentario. Winston era fuente de inspiración y un personaje complejo, pero su resolución y audacia constituyó la clave para derrotar a Hitler y cambiar el curso definitivo de su país. Churchill -'el bulldog británico', como le sobrenombraron los soviéticos- se atrevió a decir en voz alta lo que muchos pensaban en voz baja y haciendo referencia a sus profundas convicciones, apeló a los sentimientos patrióticos de todos los ciudadanos. Ahí resplandece el momento culminante de su carrera y por el que merece ser recordado.

       Winston Leonard Spencer Churchill (1874-1965) fue un político, estadista e historiador, conocido por su liderazgo. Es considerado uno de los más grandes líderes de tiempos de guerra y además fue primer ministro del Reino Unido en dos períodos (1940-45 y 1951-55). Churchill asimismo era oficial del Ejército británico, periodista (entre otros encargos, fue corresponsal de guerra en Cuba para 'The Daily Graphic' y, en la Segunda Guerra Anglo-Bóer, del influyente diario conservador 'The Morning Post') y artista. Es el único primer ministro británico reconocido y galardonado con el Premio Nobel de Literatura. También fue nombrado ciudadano honorario de los Estados Unidos de América.
Por eso, la Cámara de los Lores y la de los Comunes acordaron encargar un retrato de aquel 'gigante' que mantuvo en pie a la nación en los difíciles días en que la amenaza nazi atenazaba a Inglaterra. Y detrás de los hitos históricos más conocidos del que fue primer ministro durante la Segunda Guerra Mundial, se esconden anécdotas increíbles y mundanas.

LA LATENTE MALA SUERTE INHERENTE AL PRIMER MINISTRO


Pese a que vivió hasta los 90 años, Winston Churchill era propenso a las enfermedades y los accidentes y no fueron pocos los que intentaron llevarlo a la tumba antes de tiempo: desde caídas que pudieron resultar mortales a un grave accidente automovilístico. Se dice que su relación con la mala suerte empezó temprano, ya que de niño cayó de un puente y se dañó un riñón. Años más tarde, casi muere ahogado en Suiza en unas vacaciones.
La falta de cariño de niño aparece como una condicionante esencial. Sus padres eran hondamente egoístas y lo abandonaron al cuidado de otros. Eso le marcó, pero continuó adorando a su padre -que había anexionado Birmania al Imperio- y quería locamente a su madre, dedicándole palabras maravillosas en su autobiografía. En todo caso, es un espectáculo muy triste ver a un niño lejos de su familia, porque muy pocas veces fueron a visitarlo en sus años escolares, sólo una vez en que estaba al borde de la muerte por enfermedad.

A finales de diciembre de 1931, sir Winston Churchill es atropellado por un automóvil cuando descendía de un taxi en la Quinta Avenida neoyorkina, entre las calles 76º y 77º en Manhattan. Fue un atropellamiento histórico. Es probable que -tal y como reconoció el futuro primer ministro inglés-, la culpa había sido suya por no mirar en la dirección correcta, de forma que no se percató que un coche se aproximaba por el lado contrario. Si los ingleses condujesen como el resto de los mortales, quizá esto no habría sucedido. El impacto pudo haber tenido irreversibles consecuencias para el mandatario británico, ya que fue desplazado varios metros en la calzada y el incidente le provocó -entre otras dolencias-, un traumatismo craneoencefálico.
En el informe de alta hospitalaria se dieron varios diagnósticos: esguince del hombro derecho, herida inciso-contusa en el cuero cabelludo -secundaria al traumatismo craneoencefálico-, herida superficial a nivel nasal y dos fracturas costales. Algún tiempo después, Churchill solicitó al profesor de Física de la Universidad de Oxford, Frederick Lindemann, que calculase la fuerza del impacto de su accidente de tráfico. El científico le respondió por vía telegráfica:

«El impacto del coche fue equivalente a dos cargas de perdigones disparadas a quemarropa». Los médicos, ya luego, le explicaron que había salvado milagrosamente su vida.
En cuanto a su carrera militar, Churchill sólo consiguió después del tercer intento ingresar en septiembre de 1893 en la Real Academia de Sandhurst; y en diciembre de 1894 se graduó, siendo el octavo entre los ciento cincuenta de su promoción.​ Posteriormente se enlistó en el ejército cuando tenía 21 años como segundo teniente en el 4º Regimiento de Húsares, estacionado en Bangalore, India. Cuando llegó, sufrió un accidente que le dislocó el hombro, lo que le provocó dolores y molestias de por vida.

        Churchill tenía un sentido del deber espartano, sin embargo disfrutaba del champán, los puros y la buena mesa. Es conocido que amaba la velocidad y que era adicto al riesgo, de suerte que en su juventud también estuvo a punto de perecer en un accidente de aviación.
En otro instante, logró escapar tras ser capturado durante el conflicto. En 1899, Churchill viajaba como corresponsal de guerra en Sudáfrica a bordo de un tren del ejército británico que se descarriló tras un ataque enemigo. Pese a no ser militar, el entonces joven de apenas 25 años fue capturado y enviado a un campo de prisioneros, logrando escapar del campo y regresar a Gran Bretaña. Un suceso que lo hizo popular y le ayudó a lanzar su carrera política.

Después de que su partido conservador perdiera las elecciones generales de 1945, Winston Churchill lideró la oposición. En 1951 consiguió una vez más ser primer ministro, hasta su retiro en 1955. No obstante, al ver que estaba disminuyendo su capacidad física e intelectual, se retiró de dicha posición en 1955 y fue sustituido por Anthony Eden, quien por muchos años había sido su ambicioso protegido. Un accidente cerebro vascular le dejó paralizada la parte izquierda de su cuerpo, en junio de 1953.
En 1963, el presidente Kennedy nombró a Churchill Ciudadano Honorario de los Estados Unidos. Estaba ya muy enfermo para asistir a la ceremonia, a la cual fueron su hijo y nietos. El 15 de enero de 1965, Churchill sufrió un segundo ataque cardíaco que le ocasionó una severa trombosis cerebral. Durante los últimos años de su vida, su fortaleza personal no fue suficiente para resistir la persistente arteriosclerosis cerebral, un trastorno cerebral que sufrió. Falleció días después, el 24 de enero de 1965, el mismo día en que había fallecido su padre, setenta años antes. Las últimas palabras que se le oyeron pronunciar fueron: «¡Es todo tan aburrido!».​ Para el activísimo Churchill, esos finales diez años de vejez y retiro habían sido más insoportables que los conflictos militares y diplomáticos. Su cuerpo permaneció en la capilla ardiente en Westminster durante tres días.

A su muerte, la reina Isabel II concedió el honor de un funeral de estado en el que se dio una de las mayores reuniones de jefes de Estado nunca antes vistas, por ser uno de los hombres más influyentes en la historia del Reino Unido. El funeral se realizó en la catedral de San Pablo. Fue el primer funeral celebrado en esa catedral a un hombre no perteneciente a la realeza desde que se le hiciera al mariscal de campo, lord Roberts de Kandahar en 1914. Cuando su féretro fue transportado por el río Támesis, la totalidad de grúas estaban inclinadas en saludo. La artillería real hizo diecinueve disparos en su honor, como se hace tradicionalmente con los jefes de estado, y dieciséis aviones de la RAF sobrevolaron el cielo de Londres. El funeral propició la asistencia del mayor número de dignatarios históricamente registrados de Gran Bretaña, contando representantes de más de cien países. Fue la reunión más grande de jefes de estado hasta el fallecimiento del papa Juan Pablo II en 2005.
Él solo fue capaz de cambiar el rumbo del porvenir. Estuvo a punto de morir numerosas veces: una caída, enfermedades, lances bélicos, accidentes de avión, un desafortunado atropellamiento en una avenida de Nueva York. Entonces, sobrevivir, reafirmó su idea de estar llamado por el destino. El pueblo había reconocido en Winston Churchill la personificación de lo más noble de sus antepasados y de las más hermosas cualidades de su raza, por eso no cesó de aclamarlo como su héroe hasta su muerte.