Hoy es viernes y, como los
próximos, corresponde a la interesante y sugestiva sección intitulada "La Eroteca
_click_SeX", donde desde diversidad de ángulos podrá aquí profundizarse
en los entresijos de la sexualidad -y los sentidos y las sensaciones- para
derribar límites, abrir mentes, desmontar mitos y
borrar tabúes. Eso a través del arte. La pintura, la escultura,
la música, la literatura (narrativa, poesía, filosofía), el cine, el teatro; y
más.
Como
preámbulo, a continuación se abordarán las dos formas de la exhibición del
componente sexuado del ser humano: el erotismo y la pornografía y, por
consiguiente, ese rango que separa ambos; cuando el primero está definido por
un lujo sutil y elegante, alejado de las consideradas burdas y obscenas connotaciones
que a veces implica lo pornográfico. Pero que hasta cierto punto, dentro
del ámbito no se debe -o no se puede- prescindir de estas formas, bajo la premisa
de una confortable intimidad y con la calidez de las voluntades siempre que
deseen lo mismo.
DEL EROTISMO ACEPTABLE Y DE LA PORNOGRAFÍA ÉTICA
Y es
que la verdadera lucha sale a flote cuando los acuerdos morales de lo decente o
indecente entran en juego, dejando mucho de esto a la subjetividad de cada
persona; en torno a su cultura, sus raíces, sus creencias y sus experiencias
para emitir un juicio sobre ello.
Por un lado, el erotismo (que deriva de Eros el Dios
del amor como la fuerza de cohesión entre los seres) es el
enfoque estético que se le da a la sexualidad evocada, más precisamente al
deseo y a todos los sentimientos que anticipan la actividad sexual y que
después da lugar a la imaginación y la pasión dejando la situación en suspenso
del qué es o qué pasará para después ser creativo. Se refiere, asimismo, al
estado de excitación que surge de la incitación y de la insinuación y; por lo
general, se trata de un sentimiento que se asocia más bien a la parte de la líbido
y no al amor físico en sí.
Ahora
bien, la pornografía deriva, del término griego "pornographos" que quiere decir
literalmente "escrito sobre las meretrices"; es decir que originalmente
la pornografía es la descripción de la vida, hábitos y costumbres de las prostitutas
y sus proxenetas. Por eso la obviedad está entonces en ser explícitos con las
relaciones sexuales y con la genitalidad, donde cualquier obra, escena o
párrafo que tenga una pieza pornográfica son simples accesorios que conducen.
Pero
tanto en el erotismo permisible como en la pornografía ética, para serlo, no
debe existir de por medio una coacción o violencia de la voluntad de las
personas participantes.
Ya
luego, la línea que se tiende dentro de este universo sexual entre algo que
puede ser aceptable o repugnante, son los derechos humanos. Significaría que el
atentar contra una persona, no es pornografía, sino un gran crimen porque no
hay erotismo con niños ni forzando a alguien a hacer lo que no quiere. Entonces,
el límite irrebasable, es esa barrera que no permite que se dañe a uno mismo o a terceros.
NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE DECIRLE ALGO ERÓTICO Y/O PORNOGRÁFICO A QUIEN INTUYES QUE QUIERE ESCUCHARLO DE TI
Como ya
se dijo, la división entre erotismo y pornografía es ponderantemente cultural.
Porque lo que para una sociedad es erotismo, para otra puede ser pornografía.
En todos los casos, no hay una objetividad que trace una línea divisoria.
Si bien el erotismo, al igual que la pornografía, representa al ser
humano sexualmente activo; el primero deja todo lo que sucede liberado a una fantasía impredecible, mientras que el segundo, es una representación explícita
y gráfica de la relación en sí misma.
Así, en
los relatos o poemas eróticos se describen imágenes de la exterioridad del
erotismo, cuando a muchos les interesa profundizar respecto al instante en que
la exterioridad se une con el mundo interior; porque si sólo se describe lo exterior,
se infravalora y se reduce la interioridad que también importa. De tal manera que si se
piensa sólo en la imagen externa, todo se vuelve mecánico y aburrido.
La pornografía incluye todo tipo de material sexualmente explícito que se
ofrece al espectador, lector u oyente y que tratan de provocar excitación. Se
trata de cosas no aptas para niños ni menores de edad debido a que su contenido
es demasiado evidente como para que puede ser exhibido ante cualquier público.
Y otra de las diferencias
que podemos encontrar es que en las películas eróticas, la relación sexual
puede ser fingida por los actores; mientras que en las películas condicionadas,
el sexo entre ambos es completamente real ya que se puede observar la
eyaculación con toda claridad.
Debido
a todo esto, puede decirse que el erotismo visual es una especie de pornografía
mucho más delicada y cuidada, ya que si bien se pueden ver escenas subidas de
tono, los actores cubren sus partes íntimas o realizan las escenas detrás de un vidrio
empañado o una cortina. En el caso del porno sucede diferente, pues los
genitales de ambas personas son perfectamente visibles y las relaciones son totalmente reales. Y es
que mucho del erotismo y de la pornografía comercial, es estereotípica, por lo
que el reto es romper estereotipos y alcanzar lo que se ha ido perdiendo y que
está ausente en lo erótico y pornográfico actual.
En base
a lo anterior, este es el verdadero límite: lo que se vale o no en una
relación, es de origen y procedencia inexorablemente cultural. Se vale atreverse a hacer lo que te piden y a
plantear lo que tú desees, siguiendo esta coyuntura. ¡Se trata de explorar en lo habitual y a veces
sorprender con lo extraordinario!
EXPERIMENTACIÓN VISUAL CON UN CUERPO DESNUDO
Ahora bien, la mente es tan espectacularmente diversa que cada
persona procesa de diferente manera todo lo percibido. De esta forma, al
observar un cuerpo desnudo resulta que para unos es erotismo; para otros es
etnografía, para algunos es pornografía y no falta quien diga que es anatomía.
Y cada elección sería válida.
De lo que puede concluirse que de la
sociedad particular donde cada quien se desenvuelva, dependen las perspectivas
de cada individuo; lo que significa que debemos partir de nuestras
limitaciones como entes sociales, cuando en algún momento -casi por inercia- debemos
elegir entre el erotismo en la habitación del arte y la pornografía en el
rincón de la obscenidad. Pero sin
despojarnos de esa voluntad que en tal caso, haría lícita y justificada cualquier
elección nuestra.