martes, 3 de septiembre de 2019

ICONOCLASIA VERSUS ICONODULÍA: LA CONTROVERSIA DE PORQUÉ ALGUNOS VENERAN IMÁGENES SAGRADAS Y OTROS LAS MATAN

Dentro de la complejidad de la dinámica socio-histórico-religioso-cultural de las comunidades humanas identitarias, existe algo necesariamente inestable en la coyuntura del ser humano; una inestabilidad que lo puede empujar puntual y voluntariamente al reposicionamiento del ser mismo de las cosas, un reposicionamiento que en el ámbito se ha ido asociando tanto a la veneración como a la destrucción de obras artísticas de corte sacro y que posteriormente entran en conflicto, sea para borrar rasgos de un determinado pasado o para lanzarse de cara a las hipotéticas promesas de un futuro en ciernes.
Pero la destrucción de imágenes y del arte religioso, no es el privilegio de comunidades sociales supuestamente subdesarrolladas o en vía de desarrollo; tampoco puede quedar asociado a un probable estado de ignorancia o retraso intelectual de la persona que en algún momento decidió manifestarse en contra de una determinada imagen, pintura o escultura. Además, cabe subrayar que una comprensión profunda del período iconoclasta en Bizancio, es complicada por el hecho de que la mayor parte de las fuentes que han sobrevivido fueron escritas por los vencedores definitivos en la controversia: los iconódulos. Es por eso que resulta difícil obtener aspectos de dicha pugna razonablemente exactos, equilibrados, objetivos y completos en torno a los acontecimientos.

LA ICONOCLASIA COMO UNA FORMA DE PROTESTA


La iconoclasia o iconoclastia, es una expresión que en griego significa «ruptura de imágenes». Es la deliberada destrucción dentro de una cultura de los íconos religiosos de la propia cultura y otros símbolos o monumentos, normalmente por motivos religiosos o políticos. También se define como la «doctrina de los iconoclastas»​. La acepción «iconoclasta» deriva de εικονοκλάστης, rompedor de imágenes; y se define como tal, en particular, al "movimiento del siglo VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban".​ La iconoclasia es un componente frecuente de los principales cambios en la religión o en la política que ocurren en el interior de una sociedad.
El término opuesto a «iconoclasta» es «iconódulo», que proviene de las palabras «ícono» (imagen) y «dulía» (veneración). La herejía opuesta a ambas doctrinas, la iconoclasia y la iconodulía, es la idolatría; en la que las imágenes o figuras se adoran en sí mismas, en lugar de limitarse a reverenciarlas como representación de lo que se adora. En el contexto del Imperio Bizantino el término que se usa es, principalmente, iconódulos, aunque también puede verse escrito «iconófilos».

La iconoclasia puede llevarse a cabo por personas de diferente culto o creencia, pero a menudo es el resultado de disputas sectarias entre facciones de la misma religión. En el cristianismo, la iconoclasia se basaba en la lectura de los Diez Mandamientos, que prohíben la elaboración y veneración de «imágenes». Los dos estallidos más serios de iconoclasia que se produjeron en el Imperio Bizantino durante los siglos VIII y IX son inusuales, en el sentido de que la disputa se centraba en el uso de las imágenes, más que ser un producto secundario de preocupaciones más profundas.
Sin embargo, como se advirtió preliminarmente, lo que queda de los argumentos iconoclastas se encuentra en gran medida en escritos iconódulos.

LAS PREMISAS DE LA ICLONOCLASIA BIZANTINA


         Para entender los argumentos iconoclastas, deben tenerse en cuenta los puntos principales:
1. La iconoclasia condenaba la realización de cualquier imagen sin vida (esto es, pintura o escultura) que pretenda representar a Jesús o a uno de los santos. El Epítome de la Definición del conciábulo iconoclasta celebrado en 754, declaró:

«Con apoyo en las Sagradas Escrituras y los Padres, declaramos unánimemente, en el nombre de la Santísima Trinidad, que se rechazarán y se quitarán y maldecirán de las iglesias cristianas cada imagen que se haya hecho de cualquier material y color cualquiera que sea el malvado arte de los pintores... Si cualquiera se atreve a representar la imagen divina (χαρακτήρ, charaktēr) del mundo después de la Encarnación con colores materiales, ¡será anatema!... Si cualquiera pretende representar las formas de los Santos en pinturas sin vida con colores materiales que no son valiosas (pues esta idea es vana y la ha creado el demonio), y no representa más bien sus virtudes como imágenes vivas en sí mismas, ¡será anatema!".»

2. Para los iconoclastas, la única imagen religiosa real debe tener una semejanza exacta con el prototipo -de la misma sustancia-; lo que consideran imposible, faltándole espíritu y vida a la madera y la pintura. Por ello, para esta doctrina el único «ícono» verdadero (y permitido) de Jesús era la eucaristía, que se creía que era su verdadero cuerpo y sangre.

3. Cualquier imagen verdadera de Jesús debía ser capaz de representar tanto su naturaleza divina (que es imposible porque no puede ser visto ni abarcado) y su naturaleza humana (que es posible). Pero al hacer un ícono de Jesús, uno está separando sus naturalezas divina y humana, puesto que sólo lo humano puede representarse (separar las naturalezas era considerado nestorianismo); o de otro modo confundiendo las naturalezas divina y humana, considerándolas a ambas una sola (unión de las naturalezas humana y divina, lo que se consideraba monofisismo).
4. El uso de imágenes con finalidad religiosa se veía como una innovación en la Iglesia, un error satánico que confundía a los cristianos para volver a prácticas paganas.

«Satán confundió a los hombres, de manera que veneraron a la criatura en lugar de al Creador. La Ley de Moisés y los Profetas cooperaron para eliminar esta ruina... Pero el anteriormente mencionado demiurgo del mal... gradualmente trajo de nuevo la idolatría bajo la apariencia de Cristianismo».

También se vio como un apartamiento de la tradición eclesiástica antigua, de la que hay documentación escrita opuesta a las imágenes religiosas.

LA ICONODULÍA COMO CONFRONTACIÓN ANTITÉTICA


La respuesta iconódula a la iconoclasia, incluía:
1. Afirmación que el mandamiento bíblico que prohibía las imágenes de Dios había sido superado por la encarnación de Jesús, quien, siendo la segunda persona de la Trinidad, es Dios encarnado en materia visible. Por ende, no estaban representando al Dios invisible, sino a Dios tal como apareció en carne. Fueron capaces de aducir el tema de la encarnación en su favor, mientras que los iconoclastas habían usado la encarnación contra ellos.

2. Más aún, desde su punto de vista los ídolos representaban personas sin sustancia o realidad, mientras que los íconos representaban a personas reales. Esencialmente el argumento era «todas las imágenes religiosas que no son de nuestra fe, son ídolos; todas las imágenes de nuestra fe, son íconos que hay que venerar». Esto era considerado comparable a la práctica del Antiguo Testamento de ofrecer sacrificios de fuego sólo a Dios, y no a ningún otro dios.
3. En relación con la tradición escrita que se oponía a la realización y veneración de imágenes, afirmaban que los íconos eran parte de la tradición oral no documentada (parádosis, sancionada en la Ortodoxia como autoridad en doctrina por referencia a la Segunda epístola a los tesalonicenses 2:15, Basilio el Grande, etc.).

4. Los argumentos fueron tomados del milagroso Acheiropoieta, el supuesto ícono de la Virgen pintado con su aprobación por San Lucas y otras ocurrencias milagrosas alrededor de íconos, que demostraban la aprobación divina de las prácticas iconódulas.
5. Los iconódulos argumentaban además que decisiones semejantes a si los íconos deben ser venerados o no, deben tomarse por la iglesia correctamente reunida en concilio, no de imposición a la iglesia por parte de un emperador. De esta manera, el argumento también implicó el tema de la relación adecuada entre la iglesia y el estado. En relación a esto, estaba la observación de que era absurdo denegar a Dios el mismo honor que libremente se daba al emperador humano.

Esa práctica continuó desde el principio hasta el fin de la controversia iconoclasta y más allá, con algunos emperadores reforzando la iconoclasia, y dos emperatrices regentes forzando el restablecimiento de la veneración de imágenes.
Entonces, un pueblo puede ser desestabilizado y desarraigado no solamente a través de un genocidio sabiamente orquestado, sino también -y de una manera igualmente brutal- por medio de la aniquilación y la supresión de su lengua, de su cultura o de su arquitectura tradicional; porque si bien el arte, en el sentido moderno de la palabra, suele designar a un grupo de selectos objetos relacionados con la posibilidad del placer estético, desde sus primeras manifestaciones ha servido y sigue sirviendo de arraigo existencial privilegiado a un individuo angustiado por la toma de consciencia de su finitud. Por lo tanto, cualquier paso dado hacia la iconoclasia, sea a pequeña o gran escala, debería aprehenderse y pensarse con la pertinencia requerida, tomando en cuenta que siempre termina apuntando hacia algo peligroso para la sobrevivencia de un determinado grupo de seres humanos.

            "Todos los emperadores que tomaron las imágenes y las veneraron, encontraron la muerte en revuelta o en la guerra; pero los que no las veneraron murieron de muerte natural, permanecieron en el poder hasta su muerte, y luego se les enterró con todos los honores en el mausoleo imperial en la iglesia de los Santos Apóstoles". (LEÓN V)