jueves, 5 de septiembre de 2019

JOSÉ REVUELTAS, EL ESCRITOR PRISIONERO Y SU OBRA "EL APANDO": ENTRE LA CÁRCEL Y LA SOCIEDAD LIBRE NO HAY DIFERENCIA

El encierro del encierro, es el apando. Una forma de refracción de la realidad cruenta y del contexto que circunda, en la manifestación de una obra literaria. En ese lugar existe este aislamiento, tanto espacial como corporal y emocionalmente: primero en la cárcel, después en el apando y finalmente en el cuerpo (un cuerpo desgarrado, recluido en su propia celda). Está el caso de la crónica de un leproso, en el que Revueltas pone atención en el cuerpo y más aún en la forma de mirar, que hacen de ese hombre un cuerpo lacerado, preso en su propia inmundicia. Un ser sumido en la oscuridad de su desgraciada vida, falto de libertad social, física y moral. Y la idea de cárcel como encierro, está detallada en la obra "El apando", en la que aparece como la falta de libertad; pero también como símbolo, ya que 'es la ciudad cárcel, la sociedad cárcel'.
        Porque en condiciones de cautiverio extremo, el cuerpo humano también puede volverse una prisión donde se mezclan con furia un dolor y odio que limitan en lo infinito. El paisaje es siempre el mismo: corredores con rejas y muros grises, custodios que observan cada movimiento, cada ir y venir de los presos; que huelen todos los hedores que produce el encierro sin diferenciarlos de los propios; que escuchan cada grito, cada maldición de los que están del otro lado de las rejas. Ambos encerrados, ambos uniformados. Las diferencias en realidad son pocas, aunque sustanciales: unos son los sometidos, los otros son quienes someten; unos pueden salir al cielo abierto para ir a otro encierro más llevadero, el de la cotidianidad. Los otros, en cambio, están encerrados en el encierro, laberinto concéntrico cuyo corazón es el apando, la última prisión, la más intestina; allí donde sólo unos cuantos rayos de luz se atreven a recortarse contra la pared mugrosa, con un dibujo preciso y sólido de los barrotes. 

       El apando, vientre umbrío que pare cabezas sudorosas y desesperadas por mirar algo más que cuatro paredes y; sin embargo, resignadas a emerger recostadas en una oreja. Dispuestas a obstruirse a sí mismas la anhelada visión y a crearse, por tanto, un encierro todavía más profundo.
       Y dentro de ese encierro existen otras prisiones aún más lúgubres, por estar disfrazadas con el velo de la libertad: aquellos momentos en que la droga brinda la sensación ilusoria del escape, como sensación benéfica, pues ayuda a no toparse de bruces con la realidad y a sobrellevar con alguna esperanza el renuente paso de los días; así como a ejercer una clase de libertad más abstracta y eficaz que la que produce esa droga, que es la voluntad. José Revueltas sabe exactamente de cuántos pasos (lo vivió varias veces en su vida) consiste aquel encierro: "…treinta metros más o menos, sesenta de ida y vuelta…" y sabe también que en ese espacio es fácil que fructifique el odio irracional, el asco -de por sí insoportable- que sienten al convivir con esa maldición materializada; y como medio para sortear la repulsión, abrigan la esperanza de deshacerse de él, de liberarse.

UNA PRISIÓN PARA EL CUERPO, EL CUERPO COMO CAUTIVERIO


"El apando" fue publicada en 1969, es la séptima novela del escritor mexicano, novelista, cuentista, pensador, periodista, dramaturgo, revolucionario y luchador disidente José Revueltas. La obra deslumbra por su devastadora intensidad. Escribió los meses de febrero y marzo del mismo año desde la celda que ocupaba en la cárcel preventiva, situada en los escenarios del Palacio Negro de Lecumberri y en ella narró con indescriptible vehemencia las pasiones más sórdidas de los presos del apando, como una especie de calabozo en el que solían encerrar a los más recalcitrantes. Está basada en las experiencias que vivió durante su encierro después de los conflictos de 1968, tras ser acusado de liderar el movimiento estudiantil que culminaría con la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre del mismo año. Revueltas había ingresado a prisión acusado de incitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, robo, despojo, daño a propiedad ajena, ataques a las vías generales de comunicación, acopio de armas, homicidio y lesiones.
La historia del apando es la historia de una cárcel dentro de la cárcel, y es también el relato de la degradación del ser humano, la involución que lleva a la barbarie. Sus protagonistas son seres a los que Revueltas conoció durante su confinamiento. Polonio, Albino y El Carajo son presos comunes, como aquéllos que en algún momento atacaron a los presos políticos y a quienes el novelista retrata con los ojos atentos del observador incansable que siempre fue.

Se vislumbra que entre la cárcel y la sociedad 'libre', no hay diferencia. "Todos estamos presos", ésta es la tesis de José Revueltas desarrollada a lo largo de su novelística y que sella magistralmente en las páginas de El apando. Para el escritor, la sociedad 'libre' marcha junto a la confinada creyendo pertenecer a su opuesto, cuando en realidad se trata de un mero reflejo.
        El apando, concebido espacialmente, es una fortaleza llena de historias, de anhelos, sufrimientos y angustias; es la prisión dentro de la prisión, en la que comienza una travesía de sentimientos encontrados. El apando es una novela construida sin pausas, en líneas discursivas que simulan una prisión eterna, reforzada por verbos atemporales y donde el conflicto va subiendo de intensidad conforme se va apoderando la desesperación de estos seres.

         Ahí se concretizan esas ideas de encierro-cárcel y encierro-cuerpo, ideas de caída, de oscuridad definitiva, de soledad, sufrimiento, fatalidad, muerte; otros tantos motivos que colman la escritura revueltiana y que son variaciones en torno del tema dominante: la prisión, el encierro. Apando es el encierro dentro del encierro aún más oscuro.
        El apando, encierro-cárcel tal como materia prima de su obra, ejerció en Revueltas un inquebrantable deseo por denunciar la barrera entre la libertad de todo tipo y la realidad carcelaria.

         — Escojo la cárcel como ambiente; es decir, ambiente simbólico. Porque la cárcel no es sino un compendio, una condensación de las sociedades. Tiene sus clases sociales, sus tiranos, sus opresores y constituye entonces una revisión de la sociedad externa a los límites de una geometría enajenada, como le llamo en El apando. Las rejas, para mí, las rejas del apando, son las rejas de la ciudad y las rejas del país y las rejas del mundo.
        La prisión, por otro lado, no se actualiza sólo en el espacio, sino también en la razón, los sentimientos, el cuerpo mismo del hombre; ciñéndolo, sofocándolo. Alcanza incluso -recurso inusitado- el plano textual. Y es aquí donde la literatura y sus umbrales le facilita un camino hacia la desesperanza intuida ante la experiencia temprana del horror, los golpes de la ira de Dios. Recuperar el horror y explicarlo, teorizarlo y combatirlo; pero también terminar de aprenderlo, hundirse en él, desesperarse del todo para quizá emerger con una conciencia otra, con una libertad inédita y desconocida.

El apando concentra toda la tesis revueltiana: "Todos sobre la Tierra somos iguales, todos estamos presos, el mundo nos sirve de cárcel, ningún ángel vendrá a salvarnos".
Todo es prisión aún alejados de la prisión. La represión no se queda en la penitenciaría sino que se extiende a la urbe, a las familias, a la sociedad en general. Es una ilusión creer que se es libre, según se aprecia.