Mahatma Gandhi, el líder y dirigente más destacado del Movimiento de independencia indio, ha sido
históricamente conocido y reconocido como quien sobrepasó su propia penumbra.
Gandhi
respondía a la injusticia con el perdón; a la violencia, con la piedad y al
odio, con el amor. Fue un ser singular. Era abogado de pocas y
medidas palabras. Fue también, quizá, un profeta moderno y un pacifista.
Aunque, fue tal vez el más grande genio militar de la historia, porque creó las
armas todopoderosas de la no-violencia. Mohandas Karamchand Gandhi (1869-1948),
recibió
el nombre honorífico de Mahatma (composición en sánscrito e hindi de mahā: 'grande' y ātmā: 'alma').
Gandhi
fue un revolucionario. Su lucha no violenta anti-colonial, es un interesante e
inspirador ejemplo de movimiento de resistencia contra los imperios. Su
doctrina ético-política (cuyos conceptos básicos son ahimsa, satya, satyagraha
y sarvodaya) contiene un mensaje todavía muy relevante para los movimientos
sociales y los grupos de resistencia civil empeñados en su oposición contra la
globalización de la violencia y los procesos violentos de globalización.
Era un apasionado, indomable y valiente contestatario
dotado de una profunda fe en sí mismo y en la misión de liberar -de modo no
violento- a la India del yugo del poderío británico, y difundir la no violencia
en la sociedad india y en el mundo. Logró transmitir al pueblo indio, especialmente a las numerosas masas campesinas, un nuevo sentido de la propia
identidad y dignidad a un nivel de conciencia política nunca alcanzado antes.
Tal como
llegó a decir su discípulo Nehru, a pesar de sus severas críticas a la no-violencia
gandhiana y como describió lo que significó la aparición de Gandhi, a su
regreso de Sudáfrica, en el escenario político indio en un momento en que
parecía que ninguna fuerza era capaz de sacudir a las masas indias de su
resignado entumecimiento político:
"Fue
entonces que apareció Gandhi. Fue como si nos hubiera embestido una potente
corriente de aire fresco, obligándonos a desperezarnos y respirar
profundamente, como un rayo de luz que desgarró las tinieblas y quitó el polvo
que cegaba nuestros ojos, como un tornado que trastornó muchas cosas, pero
sobretodo la manera de pensar de la gente. Él no descendió desde arriba; más
bien pareció emerger de las masas de la India, hablando su mismo idioma y
dirigiendo continuamente su atención hacia ellas y a su terrible condición.
Quitaos de las espaldas de estos campesinos y trabajadores, nos dijo, vosotros
que vivís de su explotación; liberaos de un sistema que produce esta pobreza y
esta miseria" (Nehru, 1994: 358).
Gandhi enseñó al mundo la manera de ganar batallas sin derramamiento
de sangre, decía: "Creo que la no-violencia es infinitamente superior a la
violencia, y el perdón es más eficaz que el castigo". Después de haber
estudiado leyes en Londres, ya abogado, se dirigió a su patria asiática -la
India- para hacer su práctica profesional. En ese momento, lo llamaron de
Sudáfrica para defender un asunto jurídico importante. Tenía solamente 24 años.
Se quedó 21 años y allí, encontró a ciento cuarenta mil compatriotas indios
viviendo en la opresión, en el desprecio, como una raza de esclavos.
La
acción poderosa del gran líder logró unirlos y luego los condujo a una
magnífica victoria, sin armas mortíferas y sin sangre. Fue la primera victoria
de esta clase que registra la historia. Gandhi y su ejército de inactivos
terminaron hundiendo a su enemigo en la derrota. Los indios de Sudáfrica habían
logrado su libertad. Porque las leyes justas siempre nacen de las injusticias.
En
1919, regresó a la India. Tenía ya 50 años y emprendió ahí la misma tarea que
le había dado un resultado tan positivo en Sudáfrica. Esta vez, organizó una
nación entera de trescientos millones de almas, para la lucha de no-violencia.
La India había contribuido con novecientos mil hombres para el ejército inglés
durante la primera Guerra Mundial. El gobierno británico en agradecimiento, prometió dar a la India su autonomía, su independencia. Pero tan pronto
como terminó la guerra, la promesa fue olvidada.
Una
formidable rebelión pacífica se anunció por todos los rincones del país. Gandhi se puso
a la cabeza. Lo primero que hizo fue decretar el paro
general en toda la India. Las detenciones se hacían por millares. Pero los
veinte mil rebeldes encerrados en las prisiones no hacían más que cantar
alegremente. Gandhi fue finalmente arrestado. El juez que lo condenó, expresó:
"Sería imposible negar el hecho de que ante los ojos de millones de sus
compatriotas, aparece usted como un gran patriota y un gran líder. Hasta las
mismas personas que difieren de sus apreciaciones políticas, Sr. Gandhi, no
pueden dejar de reconocer en usted a un hombre de altos ideales y de vida noble
y hasta santa. Sin embargo, tengo que sentenciarlo a 6 años de prisión", pena
que cumplió.
Ya
en libertad -tenía 60 años-, encabezó otra rebelión contra Inglaterra. Y nuevamente fue arrestado junto a sesenta mil adeptos. Pero trescientos millones de indios estaban
con él. Fue liberado dos años después, por la presión de su pueblo. Inglaterra,
espiritualmente vencida, ofreció la autonomía a la India. Gandhi sólo quería la
total independencia. Finalmente, en 1947 culminó su lucha con el triunfo
absoluto de sus ideales, es decir, con la independencia de la India.
EL LADO OSCURO DE MAHATMA
GANDHI: RACISMO,
MISOGINIA, NIÑAS
Se
dice que Mahatma Gandhi fue racista y clasista en su juventud. Y de anciano fue
acusado de dormir con jovencitas desnudas. Es fácil olvidar que basaba su
retórica en el desprecio hacia los negros, en la alergia a la sexualidad
femenina y en la falta de voluntad general para ayudar a liberar a los parias o 'intocables'. Son las sombras del hombre que logró derrotar
sin violencia a todo un imperio.
Gandhi
vivió en Sudáfrica durante más de dos décadas. De 1893 a 1914, trabajó como
abogado y luchó por los derechos de los indios, pero sólo por los del pueblo
hindú. Para él, como expresó con toda claridad, los sudafricanos negros apenas
eran humanos. Se refirió a ellos usando el insulto despectivo sudafricano
kaffir, y lamentó que los indios se consideraran "poco mejores que los salvajes
o los nativos de África". En 1903, declaró que "la raza blanca en
Sudáfrica debía ser la raza predominante" y después de que lo enviaran a
la cárcel en 1908, se mofaba de que a los indios se les enviara con los presos
negros y no con los blancos.
Por
esas mismas fechas, Gandhi empezó a cultivar la misoginia, que lo acompañaría
durante el resto de su vida. Durante sus años en Sudáfrica, respondió
una vez al acoso sexual por parte de un joven hacia dos de sus seguidoras, cortando
a la fuerza el cabello de las mujeres para asegurarse de que no provocaran
ningún deseo sexual. Gandhi creía que las mujeres perdían su humanidad en el
momento en que los hombres las violaban. Se guiaba bajo el supuesto de que los
hombres no podían controlar sus impulsos depredadores básicos y, al mismo
tiempo, afirmaba que las mujeres eran responsables de esos impulsos. Sus opiniones
sobre la sexualidad femenina eran igualmente deplorables: Gandhi
veía la menstruación como la "manifestación de la distorsión del alma de
una mujer por su sexualidad", y también creía que el uso de
anticonceptivos era signo de tendencia a la fornicación.
Se
enfrentó a esta incapacidad para controlar su libido masculina, cuando juró
celibato (sin comentarlo con su esposa) en la India y empleó a mujeres; incluyendo
a niñas menores de edad -como su sobrina y su nieta-, para poner a prueba su
paciencia sexual. Dormía desnudo junto a ellas en la cama sin tocarlas,
asegurándose de no excitarse. Los rasgos infames que Gandhi mostró, persisten
en la sociedad india: desprecio virulento hacia los negros, una indiferencia
displicente hacia los cuerpos de las mujeres, una miopía prudente en torno al pésimo
trato hacia los parias. Y no es casual que estas partes de su retórica hayan sido
erradicadas de su legado.
Asimismo,
Gandhi se ha convertido en un barómetro para la grandeza de la India y para la
grandeza en general. Se conoce como un anciano frágil, noblemente
desnutrido, con un alma piadosa y moral. Es él quien marcó el comienzo de una
nueva resistencia pasiva en la India, un país al que ayudó a escapar de las
garras del dominio británico. Lideró diversas huelgas de hambre hasta que el
disparo de un nacionalista hindú lo mató y, a todos los efectos, lo convirtió
en un mártir.
Respecto
a su muerte, es de situarse en Delhi, el 30 de enero de 1948. Son apenas
pasadas la 17:00, hora local. Un hombre delgado y menudo, de unos 45 kilos de
peso, 79 años de edad, cubierto con pocas prendas hechas a mano,
los pies cubiertos con un par de sandalias -también éstas hechas a mano-, ha
subido a una pequeña plataforma para su habitual oración pública seguida por un
breve discurso. Hablará seguramente sobre reconciliación. El hombre que ha
subido a la plataforma está muy débil. Es sostenido por dos jóvenes mujeres.
Entre
la multitud que se había reunido, se abre camino un hombre. Estaba armado con
una pistola, una Beretta. Éste se acerca a Gandhi y lo saluda: "¡Namaste!" (¡hola!). Con la mano izquierda retira a una de las jóvenes que lo sostienen y,
con la derecha, le descarga a quemarropa tres tiros. El gigante espiritual,
murió al instante.
"La
luz ha abandonando nuestras vidas, hay tinieblas por doquier y no sé qué deciros y cómo decirlo. Nuestro amado líder, Bāpu, como solíamos llamarlo, el
padre de nuestra nación ya no está con nosotros...". Los conspiradores fueron
todos capturados y condenados a durísimas penas, fueron ahorcados, una forma diferente
a la filosofía de Gandhi. Se acercaron al patíbulo, gritando: "Larga vida a la
India indivisible". Paradójicamente, era por una India unida que Gandhi había
luchado durante toda su vida. Es de recordar a este hombre frágil, pequeño,
encorvado,
con un dedicado aforismo:
"Hubo
brisas que conmovieron al mundo".
En
las décadas transcurridas desde su asesinato en 1948, la imagen de Gandhi se ha
construido con tanto cuidado, limpiando todos sus sucios detalles. Esto
ha dado la libertad de restarle importancia a sus prejuicios y considerarlos
como meras imperfecciones, pequeñas marcas en unas manos limpias. Los defensores
más acérrimos insisten en que Mahatma Gandhi era humano y por eso tenía defectos. Crear
a un ídolo falso implica ejercitar el olvido en grandes dosis. Es sencillo
admirar a un hombre que en realidad no existe. La historia ha sido increíblemente
condescendiente con Gandhi.