jueves, 20 de febrero de 2020

"Y SIN EMBARGO, SE MUEVE" (EPPUR SI MUOVE): LA HIPOTÉTICA FRASE DE GALILEO GALILEI EN REBELDÍA CON LA INQUISICIÓN

"Cuando se imprimió, el libro fue aceptado por la Iglesia y se había leído y estudiado por todo el mundo sin el más leve indicio de cualquier objeción alguna vez concebida en contra de sus doctrinas".

        Tal como informan los historiadores, resulta que en la época temprana de la postulación del modelo, los eclesiásticos estaban profundamente interesados en la teoría astronómica. No fue sino hasta 1616 (más de 70 años después de la publicación de aquel libro) que la teoría de Nicolás Copérnico se vio envuelta en una controversia y terminó siendo prohibida por las autoridades de la Iglesia Católica en el período del caso de Galileo Galilei.
        Y gran parte del contexto histórico fue durante el Renacimiento, como un hervidero de ideas que replanteaban la visión global de la realidad, de la cual la misma Iglesia no era ajena; entre cuyos doctores figuraban eminencias en filosofía natural, y que tomaban la teoría heliocéntrica como una hipótesis que podía contemplarse, siempre sin desbordar las fronteras de las matemáticas y la física, y sin poner en duda nunca la realidad convenida en las Escrituras, que para ello tenía Roma censores para revisar y la Inquisición para juzgar.

LA CONTEMPLACIÓN DEL DIOS ALTÍSIMO


Nicolás Copérnico (1473-1543) fue un importante monje astrónomo polaco prusiano, universalmente famoso por haber desarrollado la teoría del modelo heliocéntrico del sistema solar (también llamada Teoría copernicana, en su honor). Este modelo -que fue el primero en describir en términos científicos la manera en que la Tierra gira alrededor del Sol- se presentó en la obra "De revolutionibus orbium caelestium", en español: "De las Revoluciones de las Órbitas Celestes" (1543), la cual, dedicó al pontífice de Roma Paulo III dado que ambos eran allegados eclesiásticos y mantenían correspondencia mutua.
El primer conflicto relevante de este tipo, surgió a raíz de la promoción por Copérnico de su teoría de que la Tierra, en lugar de ser una superficie plana y el centro del Universo, era sólo una de entre una serie de pequeños planetas girando cada día sobre su propio eje y dando vueltas una vez al año alrededor del Sol. Copérnico era un sacerdote -el canon de una catedral- y era ante todo un religioso, más que un hombre de ciencia. Él sabía que los cimientos de la religión verdadera, fiel y efectiva no se establecen en cualquier tipología de descubrimientos científicos que puedan molestarlos o vulnerarlos. Sin embargo, fue perseguido no porque él fuera en contra de las enseñanzas de la religión, sino porque según su teoría, el hombre no era el centro del Universo y esto significó noticias desagradables para una gran cantidad de egoístas.

LA ENFATIZADA FE DE NICOLÁS COPÉRNICO


El mismo Copérnico, en el prefacio de su magna obra 'De Revolutionibus' se había anticipado a los malentendidos, escribiendo lo siguiente:

"No estoy tan enamorado de mis propias opiniones como para descartar lo que otros puedan pensar acerca de ellas [...]".

Copérnico sabía, como el Apóstol Pedro, que en la Biblia "hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen (como también tuercen el resto de las Escrituras) para su propia perdición" (2 Pedro 3:16). Pero, no sólo eran hombres religiosos los que se oponían a la Teoría heliocéntrica, sino también algunos profesores escépticos que decían creer solamente en cosas que se pudieran ver con los ojos. Entre estos escépticos, defensores de la física aristotélica de su tiempo, salieron a la luz personajes como Johannes Angelus -profesor de astronomía en Viena-, quien objetaba que los sentidos humanos 'contradecían' la teoría de Copérnico y la convertían en irracional, porque éstos no podían percibir el postulado movimiento de la Tierra.
Por otra parte, en su prefacio también, Copérnico escribió sobre el interés que había surgido en él para buscar una teoría alternativa a la geocéntrica. Él afirmaba abiertamente que fue Dios quien estableció las leyes del Universo en un mecanismo preciso y un diseño bien organizado. Ya adentrado en su obra, el mismo Copérnico expresó más a fondo su creencia en que "Dios había establecido el modelo heliocéntrico con Su sabiduría divina, y en esta línea de pensamiento". Es así como Copérnico percibía la obra de Dios manifestada en la Creación, lo cual, también le llevó a reconocer la obligación humana de adorar a Dios. Así que además de creer que el Universo ha sido forjado por un Creador sumamente bueno y ordenado, señalaba que Dios debía ser adorado. Sólo queda decir que el Creador al que Copérnico reconocía, ciertamente era el Dios del cristianismo; lo cual dejó entrever en su obra 'Narratio Prima' (1540) donde al describir la excentricidad del Sol, mencionó que él mismo esperaba la Segunda Venida de Jesucristo, como todos los cristianos.

Entonces la defensa de la visión copernicana en la misma Roma, por parte de un ya prestigioso y reconocido Galileo, forzó en 1616 a su amigo el cardenal Belarmino a la admonición de no divulgar la teoría heliocéntrica. Así lo hizo, retirándose a Florencia y manteniendo una buena relación con la Iglesia. No obstante, durante el pontificado del Papa Urbano VIII (con quien tuvo varias audiencias sobre ese asunto), redactó y llevó a censura su 'Diálogo sobre sistemas máximos', en el que como contenido fundamental, confrontaba los dos sistemas astronómicos planteando -siempre como mera hipótesis- una Teoría heliocéntrica combinable con la exégesis bíblica; pero, por error o dolo, Galileo tomó como oficial y completa lo que según la Iglesia era una revisión oficiosa e incompleta de su libro, publicándolo en Florencia en 1632.
Roma lo interpretó como un incumplimiento de lo proscrito en 1616, procesándolo con casi 70 años. En ese sentido, el proceso fue más por un acto de desobediencia que por la descalificación del sistema ptolemaico establecido y defendido por la Iglesia. Así, la defensa de Galileo versó más en acomodar la nueva Teoría heliocéntrica a la hermenéutica canónica, exponiendo el escrito como justamente lo contrario de lo que era acusado, que a desacreditar los hechos bíblicos relegándolos a una interpretación mítica o poética. De esta forma, su abjuración ante el tribunal de la Inquisición hizo que la sentencia, dictada en la Iglesia de Santa María sopra Minerva el 22 de junio de 1633, le condenara a arresto que llevó a cabo en su domicilio de Arcetri.

EPPUR SI MUOVE: VERDAD O LEYENDA


        Eppur si muove o E pur si muove (y sin embargo, se mueve; en castellano) es la hipotética frase en italiano que, según la tradición, Galileo Galilei habría pronunciado después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo ante el tribunal de la Santa Inquisición.
     Galileo Galilei (Pisa, Toscana;1564​-Arcetri, Toscana; 1642) mantuvo un enfrentamiento con la Inquisición romana de la Iglesia Católica, que se presenta como un ejemplo de conflicto entre religión y ciencia en la sociedad occidental. Asimismo, su trabajo se ha considerado una ruptura de las teorías asentadas de la física aristotélica. Fue astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano, relacionado estrechamente con la revolución científica y un eminente hombre del Renacimiento.

       El escritor y viajero ilustrado, Giuseppe Baretti, afirmó que después de la abjuración Galileo pronunció la frase «Eppur si muove». Para Stillman Drake, no es verosímil que en ese momento en el que Galileo no se encontraba libre, era desafiante en extremo pronunciar ante el tribunal de cardenales de la Inquisición una frase que contradecía su abjuración.​ Para Stillman, si esa frase fue pronunciada, lo fue en otro momento.

         Apócrifa o no, la divisa se ajusta a Galileo Galilei por su actitud frente a la autoridad que representaba la Iglesia en las verdades de la fe, y frente a Ptolomeo y Aristóteles en las verdades de la ciencia; ambas verdades acordes con una visión del cosmos en el que la Tierra era el centro alrededor del cual rotaban el resto de cuerpos celestes, y no tanto por ser él quién hubiera planteado la alternativa -pues ésta es copernicana-, ni porque la autoridad eclesiástica (entre la que se encontraban amistades y protectores del mismo Galileo) impidiera su estudio o divulgación.
        En todo caso, independientemente que fuera susurrado en el tribunal que la Teoría copernicana era incontrovertible, hacía tan falso el retracto de Galileo como la Teoría ptolemaica. Así que en los años posteriores al juicio, ya debió ser frase comentada en sus círculos y reverberada hasta incorporarse a la tradición oral, y así lo demuestra una pintura española que ya en 1643 retrataba al genio de Pisa escribiendo en la pared de su calabozo su 'eppur'; obviamente imaginado, porque entre otras cosas, Galileo no llegó a estar en la cárcel. Empero, hay quien señala a la imaginación del periodista italiano Giuseppe Baretti como la culpable de que la historia recuerde a un Galileo a medio camino entre la valentía y la soberbia replicando al temible tribunal.

De acuerdo a Stephen Hawking, algunos historiadores creen que este episodio podría haber sucedido, después de transferir a Galileo de su arresto domiciliario bajo la vigilancia del Arzobispo Ascanio Piccolomini a "otra morada, en Florencia".​ Esa vivienda pudo ser, la Villa Il Gioiello, in Arcetri.
Hoy en día, la misma frase se utiliza en el lenguaje judicial con el fin de expresar que aunque se niegue la veracidad de un hecho, este es totalmente verídico.

domingo, 9 de febrero de 2020

X-RIMA: EL POEMA DE AMOR MÁS INOCENTE DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER. "ES EL AMOR QUE PASA" (Y AÚN YO ESPERO QUE PASE)

RIMA-X

Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman,
el cielo se deshace en rayos de oro,
la Tierra se estremece alborozada.

Oigo flotando en olas de armonías,
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran...?¿Qué sucede?

¿Dime?

¡Silencio! ¡Es el amor que pasa!


EL POSROMÁNTICO GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER


Gustavo Adolfo Domínguez Bastida (Sevilla, 1836-Madrid, 1870) fue un poeta español, el máximo representante de la poesía posromántica; tendencia que tuvo como rasgos distintivos la temática intimista y una aparente sencillez expresiva, alejada de la retórica vehemencia del romanticismo. Su obra está atravesada por lo fantástico y, en cierta forma, por el horror. Desde sus relatos, leyendas y poemas Bécquer exploró siete temas principales: el orientalismo, el amor, la muerte, la vida de ultratumba, la hechicería, lo religioso y el animismo.
Entonces, Gustavo Adolfo Bécquer fue un poeta del romanticismo tardío. No logró alcanzar en vida el mérito y el prestigio que su obra reclama, en particular sus "Rimas y Leyendas" de notable influencia en el relato fantástico del siglo XX y, que inclusive, hasta varios años después de su muerte se le reconoció como un gran autor. Fue un romántico en pleno auge del realismo pomposo y engañosamente trascendental al que jamás se sumó, en virtud que argumentaba que la verdadera poesía no podía hallarse en la lírica y la retórica vacía de dicho realismo, sino en aquella declaración de principios morales y estéticos que implicó el romanticismo como corriente.

La obra de Bécquer ejerció un fuerte influjo en figuras posteriores como Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y los poetas de la generación del '27, además que la crítica lo concibe como el iniciador de la poesía española contemporánea. Pero más que un nombre relevante de la historia literaria, es sobretodo un poeta vivo y popular en todos los sentidos de la palabra, cuyos versos de conmovida voz y alada belleza han sido -y siguen siendo- de la predilección de millones de lectores.
Su inmensa fama poética se basa en sus "Rimas", que iniciaron la corriente romántica de poesía intimista inspirada en Heine y claramente opuesta a la retórica y ampulosidad de los líricos románticos anteriores. La detracción literaria del momento, sin embargo, no acogió bien sus poemas aunque su nombradía no dejaría de crecer en los años siguientes.

"Rimas" es una colección de poemas del romanticismo del escritor sevillano, publicado originalmente en 1871. La antología reúne buena parte de los poemas de amor de Gustavo Adolfo Bécquer; más precisamente 76 poemas compilados en la primera edición, cifra que luego ascendería a 96 en posteriores publicaciones.
Tras su muerte, amigos y colaboradores ordenaron una vasta cantidad de material inédito. De aquella cuestionable recopilación, se desprenden dos obras fundamentales: "Leyendas y Obras"; básicamente, la primera edición de la mencionada "Rimas". Tiempo después, se halló un manuscrito que se creía perdido entre sus pertenencias -"El libro de los gorriones", fechado en 1868- donde el autor ya había previsto casi todos los poemas editados en este libro.

"Rimas", probablemente contiene los mejores poemas del romanticismo español. Su estilo combina la meditación con la imaginación más exuberante, y conduce por un sendero sumamente suelto y repleto de imágenes fantásticas.

"Siendo el amor como una estrella fugaz con un brillo incomparable, así es esa persona, pero sólo la ves pasar; esa estrella por unos segundos, tan lejos y que se pierde y se apaga poco a poco, hasta el día que no queda nada".

En la estructura externa de la "Rima X" se aprecian dos estrofas, en las cuales en el verso nueve, diez y once aparece un diálogo consigo mismo donde se pregunta acerca de la transformación de la naturaleza y él en el instante se responde que se modifica a causa del amor. La métrica de esta rima, son versos endecasílabos de rima libre y la clase de rima es asonante.

En esta rima, introduce elementos de la naturaleza donde éstos se van transformando: entre el primer y segundo verso, aparecen los átomos; en el tercero, el cielo que se deshace; en el cuarto, la Tierra que se estremece y en el quinto y sexto, el sonido de las olas, el rumor de besos y el batir de alas en conjunto armónico. Parece que él queda sorprendido y quiere saber por qué sucede. La causalidad, es -y será- el amor.
Asimismo, aparecen una serie de recursos que son un paralelismo, una personificación y una gradación a través de componentes que cada vez se van acercando más al poeta. Las sensaciones que provoca este poema, es que el amor puede llegar a cambiarlo todo y en cualquier momento. También que el amor es medular y lo suficientemente importante.

Bécquer utiliza una poesía subjetiva que busca la perfección formal por medio de su sencillez.
En definitiva, la "Rima X" se centra sustancialmente en el sentimiento inevitable del amor, como muchas otras de sus rimas. Gustavo Adolfo Bécquer, está considerado como el íntimo poeta romántico y primero moderno. Cuando se lee a Bécquer, puede sentirse que por primera vez un poeta exterioriza el lado vulnerable de su vida con autenticidad y sin imaginación… su dolor, su existencia interior y su trayectoria vital que muestra despiadadamente a todos.

lunes, 28 de octubre de 2019

LA EROTECA: "FRESAS CON CREMA EN CADA RINCÓN DE MI CUERPO… ES PARA TI Y SOLAMENTE PARA TI" (OTRA VEZ EN CDMX)

        Les voy a contar algo... Ya les dije que él volvió de nuevo a pasar otros días de trabajo aquí en Ciudad de México, entonces nos veíamos cada tarde después de nuestras ocupaciones; así que durante su estancia, prácticamente teníamos sexo diario. Todo era felicidad para mí, manteníamos hace ya mucho tiempo una relación genial, casi perfecta. Un día de esos, se me ocurrió pedirle que pasáramos una noche completa en mi casa; quería ser suya en mi cama, bajo mis sábanas. Al principio se opuso, pero cuando le dije que todos saldrían el fin de semana siguiente, aceptó. Así que estaba la oportunidad de amarnos sin escondernos de nadie y gozar de nuestro amor e intimidad. El resto de la semana me pareció eterno, pero llegó el sábado. Cuando por fin se habían ido, comencé a preparar el que sería nuestro nido de amor por unas horas.
Él llegó puntual a las seis de la tarde, yo lo estaba esperando vistiendo una bata de encaje transparente de color rosa que me había regalado. En juego me puse una tanga y un bra del mismo color y tela, y claro está, descalza ¡tal como le gusta! Sólo quería hacer todo para sorprenderlo. Tocó el timbre, abrí y al estar en la puerta de mi casa, le di un tirón para hacerlo entrar rápidamente. No podía arriesgarme a que algún vecino lo viera. Ya adentro, nos fundimos en un largo y tierno beso. Fue un beso suave y muy prolongado, no había prisas, teníamos toda la tarde y la noche entera para nosotros. Pasamos al comedor donde reímos y hablamos de todo, mientras le serví lo que yo misma le había preparado para la comida. Al terminar le llevé el postre, eran fresas con crema. Le dejé la copa con sus fresas, me jaló hacia él y me sentó sobre la mesa para quedar ambos de frente. Acercó el bote de crema y untó una gran cantidad en mis piernas y abdomen y con su lengua empezó a lamerme muy lentamente.

Tomó una fresa y tras el ritual de pasarla por mis labios y humedecerla con la lengua, la deslizó ardiente por mi barbilla y fue bajando para delinear el canalillo entre mis senos, recorriendo mis pezones que ya estaban totalmente duros. Le guié sus dedos y le di a morder la fresa, para luego pasarla otra vez por mis pezones, impregnándolos del jugo. Seguía lamiéndolos con tal fuerza, que los probaba y los succionaba saboreando el néctar de la fruta. Enseguida terminamos de comer el resto de la fresa. Él veía cómo me mordía el labio inferior, para indicarle que me gustaba.
Ya había dejado mi abdomen sin rastro de crema, pero volvió a tomar el bote y me embadurnó el brassiere y de igual forma se dedicó a limpiarme. Yo estaba gozando mucho, no lo habíamos hecho antes. Ahí me encontraba sobre la mesa, semidesnuda y disfrutando sus caricias irresistibles; lo que me llenaba de una inmensa morbosidad. Mi vagina escurría gran cantidad de líquidos. Él lo notó y mientras seguía chupando mi sostén, su mano ya había entrado dentro de mi ropa interior y jugaba con mi entrada y mis labios vaginales. Su boca fue descendiendo hasta llegar a mi tanga, con sus manos la levantó un poco y puso gran cantidad de crema sobre mi monte de venus. Era tanta la crema colocada ahí, que se abultaba con el relleno y se esparcía a los lados desparramándose. Me abrió las piernas y empezó a deleitarse con la crema que se salía. Yo sentía algo así como descargas eléctricas en mi vientre, experimentaba su lengua tan cerca y la frescura de la crema sobre mi vagina -y ya una parte también dentro de sus profundidades- que me hacían sentir miles de sensaciones y emociones raras… diferentes, excitantes. Estaba simplemente enloquecida.

Mi vagina seguía escurriendo. Ahora mis líquidos estaban mezclados con la crema y mi tanga empapada. Él aún no circundaba su lengua a la orilla, pero debo decir que con este juego, tuve mi primer orgasmo de la tarde. Cuando por fin su lengua llegó a posarse, sentí morirme, su lengua presionaba mi tanga contra mi vagina y al tiempo que la crema se volvía a salir por los lados, otra parte de ésta se introducía en mí, llenándome. Sus dedos fueron retirándome la ropa interior por completo y me encantó como se veía mi entrepierna toda llena de crema. Me entregó la tanga que acababa de quitarme y sin pensarlo me la llevé a la boca, tenía un sabor delicioso, mis líquidos le daban un sabor diferente a la crema.
Estaba extasiada saboreando mi prenda cuando sentí su lengua sobre mi vagina, jugaba con mis labios de una forma magnífica. Con sus movimientos entraba en mí, intentando sacar hasta el último residuo de la crema que ahí se había metido; aunque después no sólo su lengua hurgaba dentro de mí, dos de sus dedos se le unieron en la búsqueda de más crema en mi interior. Cuando terminó de chuparme dejándome completamente limpia, yo estaba desfallecida, había sido un inmenso placer y sin la necesidad de penetrarme.

Una vez recuperada, lo vi sentado en la silla, observándome. Le pregunté qué pensaba y me respondió que le gustaba admirarme, que lo tenía loco y que mi cuerpo le encantaba. Me bajé de la mesa y me arrodillé frente a él bajándole el cierre del pantalón, le dije que él ya había comido su postre y que ahora me tocaba a mí. Así que dejé libre ese duro y grueso pene, le unté crema por todo lo largo -más en la punta- y empecé a chuparlo precisamente como si fuese un helado. Mi lengua recorría todo su tronco y cuando se acababa la crema volvía a ponerle más, cual insaciable. En verdad pude percibir que estaba disfrutando esas succionadas que le daba. Su respiración aumentaba de ritmo y sus jadeos me indicaban que muy pronto eyacularía, así que me metí casi la totalidad de ese riquísimo pene entre mis labios y con mi mano derecha lo masturbaba y con la izquierda acariciaba su abdomen. Sentí la gloria cuando varios chorros de semen llenaron mi boca, que por lo abrupto me costó trabajo tomarme, pero no dejé que se escapara ni una sola gota. Nos miramos, nos besamos y nos acomodamos la ropa para pasar a la sala a ver televisión.
Al caer la noche, nos dispusimos a irnos a acostar, pero estaba muy interesante la película que pasaban. Al terminar de verla, fuimos a la recámara y nos abrazamos besándonos, su lengua hurgaba en mi boca y sus manos retiraban de mi cuerpo la bata y cada una de mis prendas. En segundos me dejó toda desnuda, sus dedos hacían maravillas en mi piel, yo no podía más y casi le arranqué la ropa. Sentir su cuerpo desnudo era fenomenal. Su calidez, la dureza de su miembro rosando mi abdomen. Se recostó sobre mí y podía sentir su pene rosando la entrada de mi vagina.

Por reflejo, ante esta sensación, abrí las piernas para darle entrada a mi interior. Su pene con mi lubricación, sin esfuerzo, se perdió completamente. El ritmo al principio era lento, entraba y salía de mí, dándome un placer intenso; un largo rato lo hicimos así, queríamos hacer de esa madrugada algo único y especial. Espontáneamente, fue subiendo la velocidad de sus movimientos y yo aumentaba el sonido de mis gemidos hasta hacer que fueran gritos. A gritos le decía cuanto lo amaba y el placer que me daba. Gritando le pedía que no se detuviera, que me siguiera penetrando así. Olvidé por completo pensar si había alguien alrededor. Me llenó mi vagina con su candente y espeso semen y volví a gritarle que necesitaba que me extasiara con su leche. Descansamos un rato, pero deseaba aún más, así que me acomodé para poder chuparle su miembro y ya levantado, bajé poco a poco haciendo que se perdiera a través de mi ano. Cuando sentí dentro aproximadamente la mitad, me dejé caer para que entrara de un solo golpe. De mi garganta escapó un grito enorme de dolor y placer. Hubo muchísimos más, cada metida que me daba, era un grito que escapaba. Sin medir consecuencias ni recordando el lugar donde estaba, le decía que me partiera en dos, que me perturbaba como me cogía, que quería que me llenara con su semen. Estaba completamente fuera de mí, me sentía feliz, en éxtasis, en las nubes, como drogada por el placer; me sentía en pocas palabras, la más puta del mundo y así lo exclamé, le dije que era fantástico ser su puta, que nadie me haría gozar nunca como él. Todo parecía excitarle, que le dijera todas esas cosas le calentaban y más fuerte me bombeaba el culo.
No sé bien a bien que tiempo pasó, pero hice que dos veces me llenara con su semen, perdí la cuenta de la cantidad de orgasmos que tuve estando así ensartada por ese mágico falo del placer. Me bajé de él y me recosté dándole la espalda, levanté una de mis piernas y aprovechando que aún estaba erecto, me lo volví a introducir y bajé mi pierna haciendo presión al máximo en su pene entre mis nalgas. No nos movíamos, sólo sentía su dureza dentro. Ya a estas alturas sentía un pequeño ardor en mi ano, pero no me importaba, quería seguir sintiendo su pene llenándome por completo. Así nos ganó el sueño y permaneció dentro hasta el día siguiente.

Desperté por las embestidas, sacando y metiendo su pene en mí. Fue un despertar único. Volvió a mí la lujuria y mi respiración aumentaba, pero no grité como la noche anterior; creo que ya no tenía fuerzas. Entre gemidos le pedí que me avisara cuando fuera a terminar, él asintió con la cabeza. Al poco rato de mi petición, lo oí decirme de forma entrecortada "mi amor, me vas a hacer acabar". Escuché esto, saqué rápidamente su pene y me coloqué de hinojos sobre la cama para chuparlo. Casi se lo arrancaba con la succión de mis labios. Sentí grandes chorros de semen, pero en esta ocasión no me lo tomé, lo guardé en mi boca y cuando estuve segura que no quedaba más, abrí la boca para verter ese semen sobre su pene todavía duro. Lo cubrí por completo y lo acariciaba y, de vez en vez, lo volvía a chupar. Se sentía rico y pegajoso acariciarlo, mientras embarraba el semen a todo lo largo de su miembro.
Habíamos disfrutado como nunca esa cogida. Cuando me levanté de chuparle todo, mi mirada estaba cargada de toda la pasión sentida. Al mismo tiempo, me sentía amada y protegida por él. Creo que ha sido de nuestros mejores encuentros.

miércoles, 23 de octubre de 2019

WINSTON CHURCHILL: EL HOMBRE DE LOS 'MIL ACCIDENTES' Y SU RELACIÓN CON LA MALA SUERTE QUE MARCÓ TODA SU VIDA

       Winston Churchill es la evocación nuclear del cúmulo de figuras europeas importantes del siglo XX, sin duda, de las más determinantes y reconocibles de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Churchill se caracterizó por ser un hombre poliédrico, contradictorio y huraño a la vez que afable, carismático y seductor. Esos rasgos reaparecen a lo largo de su vida tanto en privado como en público. Como primer ministro del Reino Unido, logró motivar la participación prolongada en el conflicto y unir a los británicos en uno de los episodios más oscuros de su historia a pesar de las oposiciones y las serias divergencias. Todo esto no hubiese sido posible sin su atractiva personalidad y su innegable talento como orador. De hecho, el Líder de la oposición, Clement Attlee, rindió homenaje a su formidable y estratégico oponente, y lo llamó 'el último de los grandes oradores que puede tocar las alturas'. No es de extrañar, por tanto, que haya producido tantas citas memorables y nuevos vocablos en su trayectoria.
    Extravagante, firme, provocador, visionario, controvertido, prestigioso, desafiante, militar de oficio, pintor aficionado, incansable lector, escritor prolífico y brillante parlamentario. Winston era fuente de inspiración y un personaje complejo, pero su resolución y audacia constituyó la clave para derrotar a Hitler y cambiar el curso definitivo de su país. Churchill -'el bulldog británico', como le sobrenombraron los soviéticos- se atrevió a decir en voz alta lo que muchos pensaban en voz baja y haciendo referencia a sus profundas convicciones, apeló a los sentimientos patrióticos de todos los ciudadanos. Ahí resplandece el momento culminante de su carrera y por el que merece ser recordado.

       Winston Leonard Spencer Churchill (1874-1965) fue un político, estadista e historiador, conocido por su liderazgo. Es considerado uno de los más grandes líderes de tiempos de guerra y además fue primer ministro del Reino Unido en dos períodos (1940-45 y 1951-55). Churchill asimismo era oficial del Ejército británico, periodista (entre otros encargos, fue corresponsal de guerra en Cuba para 'The Daily Graphic' y, en la Segunda Guerra Anglo-Bóer, del influyente diario conservador 'The Morning Post') y artista. Es el único primer ministro británico reconocido y galardonado con el Premio Nobel de Literatura. También fue nombrado ciudadano honorario de los Estados Unidos de América.
Por eso, la Cámara de los Lores y la de los Comunes acordaron encargar un retrato de aquel 'gigante' que mantuvo en pie a la nación en los difíciles días en que la amenaza nazi atenazaba a Inglaterra. Y detrás de los hitos históricos más conocidos del que fue primer ministro durante la Segunda Guerra Mundial, se esconden anécdotas increíbles y mundanas.

LA LATENTE MALA SUERTE INHERENTE AL PRIMER MINISTRO


Pese a que vivió hasta los 90 años, Winston Churchill era propenso a las enfermedades y los accidentes y no fueron pocos los que intentaron llevarlo a la tumba antes de tiempo: desde caídas que pudieron resultar mortales a un grave accidente automovilístico. Se dice que su relación con la mala suerte empezó temprano, ya que de niño cayó de un puente y se dañó un riñón. Años más tarde, casi muere ahogado en Suiza en unas vacaciones.
La falta de cariño de niño aparece como una condicionante esencial. Sus padres eran hondamente egoístas y lo abandonaron al cuidado de otros. Eso le marcó, pero continuó adorando a su padre -que había anexionado Birmania al Imperio- y quería locamente a su madre, dedicándole palabras maravillosas en su autobiografía. En todo caso, es un espectáculo muy triste ver a un niño lejos de su familia, porque muy pocas veces fueron a visitarlo en sus años escolares, sólo una vez en que estaba al borde de la muerte por enfermedad.

A finales de diciembre de 1931, sir Winston Churchill es atropellado por un automóvil cuando descendía de un taxi en la Quinta Avenida neoyorkina, entre las calles 76º y 77º en Manhattan. Fue un atropellamiento histórico. Es probable que -tal y como reconoció el futuro primer ministro inglés-, la culpa había sido suya por no mirar en la dirección correcta, de forma que no se percató que un coche se aproximaba por el lado contrario. Si los ingleses condujesen como el resto de los mortales, quizá esto no habría sucedido. El impacto pudo haber tenido irreversibles consecuencias para el mandatario británico, ya que fue desplazado varios metros en la calzada y el incidente le provocó -entre otras dolencias-, un traumatismo craneoencefálico.
En el informe de alta hospitalaria se dieron varios diagnósticos: esguince del hombro derecho, herida inciso-contusa en el cuero cabelludo -secundaria al traumatismo craneoencefálico-, herida superficial a nivel nasal y dos fracturas costales. Algún tiempo después, Churchill solicitó al profesor de Física de la Universidad de Oxford, Frederick Lindemann, que calculase la fuerza del impacto de su accidente de tráfico. El científico le respondió por vía telegráfica:

«El impacto del coche fue equivalente a dos cargas de perdigones disparadas a quemarropa». Los médicos, ya luego, le explicaron que había salvado milagrosamente su vida.
En cuanto a su carrera militar, Churchill sólo consiguió después del tercer intento ingresar en septiembre de 1893 en la Real Academia de Sandhurst; y en diciembre de 1894 se graduó, siendo el octavo entre los ciento cincuenta de su promoción.​ Posteriormente se enlistó en el ejército cuando tenía 21 años como segundo teniente en el 4º Regimiento de Húsares, estacionado en Bangalore, India. Cuando llegó, sufrió un accidente que le dislocó el hombro, lo que le provocó dolores y molestias de por vida.

        Churchill tenía un sentido del deber espartano, sin embargo disfrutaba del champán, los puros y la buena mesa. Es conocido que amaba la velocidad y que era adicto al riesgo, de suerte que en su juventud también estuvo a punto de perecer en un accidente de aviación.
En otro instante, logró escapar tras ser capturado durante el conflicto. En 1899, Churchill viajaba como corresponsal de guerra en Sudáfrica a bordo de un tren del ejército británico que se descarriló tras un ataque enemigo. Pese a no ser militar, el entonces joven de apenas 25 años fue capturado y enviado a un campo de prisioneros, logrando escapar del campo y regresar a Gran Bretaña. Un suceso que lo hizo popular y le ayudó a lanzar su carrera política.

Después de que su partido conservador perdiera las elecciones generales de 1945, Winston Churchill lideró la oposición. En 1951 consiguió una vez más ser primer ministro, hasta su retiro en 1955. No obstante, al ver que estaba disminuyendo su capacidad física e intelectual, se retiró de dicha posición en 1955 y fue sustituido por Anthony Eden, quien por muchos años había sido su ambicioso protegido. Un accidente cerebro vascular le dejó paralizada la parte izquierda de su cuerpo, en junio de 1953.
En 1963, el presidente Kennedy nombró a Churchill Ciudadano Honorario de los Estados Unidos. Estaba ya muy enfermo para asistir a la ceremonia, a la cual fueron su hijo y nietos. El 15 de enero de 1965, Churchill sufrió un segundo ataque cardíaco que le ocasionó una severa trombosis cerebral. Durante los últimos años de su vida, su fortaleza personal no fue suficiente para resistir la persistente arteriosclerosis cerebral, un trastorno cerebral que sufrió. Falleció días después, el 24 de enero de 1965, el mismo día en que había fallecido su padre, setenta años antes. Las últimas palabras que se le oyeron pronunciar fueron: «¡Es todo tan aburrido!».​ Para el activísimo Churchill, esos finales diez años de vejez y retiro habían sido más insoportables que los conflictos militares y diplomáticos. Su cuerpo permaneció en la capilla ardiente en Westminster durante tres días.

A su muerte, la reina Isabel II concedió el honor de un funeral de estado en el que se dio una de las mayores reuniones de jefes de Estado nunca antes vistas, por ser uno de los hombres más influyentes en la historia del Reino Unido. El funeral se realizó en la catedral de San Pablo. Fue el primer funeral celebrado en esa catedral a un hombre no perteneciente a la realeza desde que se le hiciera al mariscal de campo, lord Roberts de Kandahar en 1914. Cuando su féretro fue transportado por el río Támesis, la totalidad de grúas estaban inclinadas en saludo. La artillería real hizo diecinueve disparos en su honor, como se hace tradicionalmente con los jefes de estado, y dieciséis aviones de la RAF sobrevolaron el cielo de Londres. El funeral propició la asistencia del mayor número de dignatarios históricamente registrados de Gran Bretaña, contando representantes de más de cien países. Fue la reunión más grande de jefes de estado hasta el fallecimiento del papa Juan Pablo II en 2005.
Él solo fue capaz de cambiar el rumbo del porvenir. Estuvo a punto de morir numerosas veces: una caída, enfermedades, lances bélicos, accidentes de avión, un desafortunado atropellamiento en una avenida de Nueva York. Entonces, sobrevivir, reafirmó su idea de estar llamado por el destino. El pueblo había reconocido en Winston Churchill la personificación de lo más noble de sus antepasados y de las más hermosas cualidades de su raza, por eso no cesó de aclamarlo como su héroe hasta su muerte.

jueves, 17 de octubre de 2019

VERLAINE & RIMBAUD: EL PROFUNDO Y LOCO AMOR ENTRE DOS POETAS QUE INICIÓ UNA TURBULENTA TEMPORADA EN EL INFIERNO

"Antaño, si recuerdo bien, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones, en el que todos los vinos hacían torrentes.

[…] Logré diluir en mi espíritu toda esperanza humana. Sobretodo júbilo, para estrangularlo, hice el salto cauteloso de la bestia feroz".

El romance entre dos grandes escritores, Arthur Rimbaud y Paul Verlaine, es la historia amorosa que culminó en desequilibrio y hecatombe: un irracional ataque, la cárcel, más libros y nuevos horizontes literarios. 'Una temporada en el infierno', es una obra en prosa que llevó primero el título de libro pagano. Fue escrito cuando Rimbaud apenas tenía diecinueve años y luego de terminar con su compañero sentimental, que lo hirió de un disparo. Ahí intenta expresar su experiencia y fracaso como hombre y poeta a través de torturados poemas, que tiempo después revolucionarían la poesía. Existió un amor hondo entre ambos artistas pertenecientes a la realeza prosaica, y lo que empezó con una intensa admiración, encauzó en excesos de sentimientos vesánicos y desenfrenados.
         Paul Marie Verlaine nació en Metz, una ciudad en el noroeste de Francia, actual capital de Mosela, en 1844 y murió en París en 1896. Fue un poeta lírico, correspondiente al movimiento simbolista. La familia provenía de la pequeña burguesía. Su padre -como el de Arthur Rimbaud-, era capitán del ejército. Hizo sus estudios en París. Frecuentó los cafés y salones literarios parisinos.

         Su influencia fue grandiosa entre sus coetáneos y no hizo más que crecer tras su muerte, tanto en Francia como en el resto del mundo. En castellano, el modernismo no puede entenderse sin la figura de Verlaine. La poética de varios distinguidos del ámbito hispánico como Rubén Darío, Manuel Machado, José Martí o Pablo Neruda son consecuencia directa o indirecta de la suya.
         Por otra parte, Jean Nicolas Arthur Rimbaud nació en Charleville en 1854. También fue un poeta francés. Abandonó la literatura a los diecinueve años para emprender un viaje que lo llevaría por Europa y África. Finalmente, en 1891, murió en Marsella (Francia) a la edad de treinta y siete años.

A su modo de ver, el poeta debía hacerse vidente por medio de un largo e inmenso desarreglo de todos los sentidos. Destaca como un alumno brillante y superdotado; obteniendo premios en literatura, lenguas y otras asignaturas además de vislumbrar notoriamente su devoción religiosa. Compone en latín fluido poemas, elegías y diálogos. Su orientación poética en algún período es la de los parnasianos (un movimiento literario francés posromántico de la segunda mitad del siglo XIX -contrario al carácter ensoñador e imaginativo, alérgico a la vulgaridad burguesa y el adocenamiento- que surgió como reacción antitética del Romanticismo de Victor Hugo, el subjetivismo y el Realismo Literario del que más tarde es distante). En vida, sus méritos no fueron reconocidos, pero con posterioridad se abrieron paso entre las nuevas generaciones.

DE LA ADMIRACIÓN MUTUA AL AMOR COMO PUENTE


       En 1870, Paul Verlaine se casó con Mathilde Mauté, a quien escribió 'La buena canción'. Al mes siguiente, la joven pareja empezó a vivir con los padres de ella, fue entonces cuando Arthur Rimbaud aparece en su vida y la cambia completamente. Se muda con ellos por invitación de Verlaine, que era un respetado poeta que iba en ascenso, el cual había descubierto el genio precoz del adolescente. Rimbaud fue convencido por su amigo Charles Bretagne de escribirle una carta a Paul Verlaine, un eminente poeta simbolista, tras no haber obtenido respuesta de otros autores.​ El joven envió a Verlaine dos cartas con varios de sus poemas, que incluían 'Las primeras comuniones' y 'El barco ebrio' que era increíble. Verlaine quedó intrigado por el talento de Rimbaud y, le respondió diciendo: «Ven, querida gran alma. Te esperamos, te queremos». Junto a la epístola mandó un boleto de tren a París.
        El poeta llegó cerca del 15 de septiembre de 1871 siguiendo la invitación de Verlaine y pasó a vivir con él y su esposa ​Mathilde, quien tenía diecisiete años y estaba embarazada. Desde entonces Rimbaud no regresó al colegio. En recopilaciones posteriores, Verlaine se refirió a él como «un joven con cabeza de niño, cuerpo adolescente aún en crecimiento y cuya voz tenía altos y bajos, cual si fuera a quebrarse». Para marzo de 1872 las provocaciones de Rimbaud, que cuenta ya con diecisiete años, comienzan a causarle problemas. El joven poeta llevaba una salvaje vida disoluta de vagabundo, embriagado de ajenjo y hachís. Escandaliza así a la élite literaria parisina, indignada en particular por su comportamiento, auténtico arquetipo del enfant terrible. A lo largo de este lapso continuó escribiendo sus contundentes y visionarios versos modernos. Sin embargo, el incidente con Étienne Carjat, un eminente fotógrafo de la época, fue la gota que colmó el vaso: Rimbaud, en completo estado de embriaguez, hirió al fotógrafo con una vara metálica. Para salvar a su amigo y tranquilizar a la comunidad, Verlaine envió a Rimbaud de regreso a Charleville.

      Rimbaud espera varios meses en su hogar y luego regresa a París. En aquel instante, inicia con Verlaine una frenética y tormentosa relación amorosa que los condujo a Londres en septiembre de 1872, abandonando así a su esposa e hijo pequeño (a quienes solía maltratar en extremo durante los ataques de ira causados por el alcohol). Durante este viaje, escribe una gran parte de la colección 'Romanzas sin palabras'. Vivieron en una considerable pobreza en Bloomsbury y en Camden Town, donde sobrevivieron de dar clases de francés y de una pequeña mensualidad que les daba la madre de Verlaine. Rimbaud pasaba los días en el Museo Británico, porque «la calefacción, la iluminación, las plumas y la tinta eran gratis».
         En julio de 1873, viaja con Rimbaud a Bruselas (Bélgica) huyendo de los prejuicios y el escándalo. El 10 de julio de ese año, Verlaine dispara dos veces sobre su joven amigo, que resulta herido en una muñeca.​ Un día, después de cambiar de opinión, le pidió a Rimbaud que se alejara de él, pero éste hizo caso omiso y lo persiguió para embriagarse juntos. Enloquecidos, se drogaron e intensificaron sus comportamientos destructivos, y se desató la pelea que llevó a Verlaine a dispararle a su amado hiriéndolo y diciéndole: "¡Te enseñaré a irte!". Al revisar su herida, Rimbaud no pensó que fuera grave, así que dejó que Verlaine y la madre de él lo llevaran a vendar y luego a la estación de trenes para regresar a Charleville. Verlaine le rogaba que no se marchara, pero Rimbaud se mostró inflexible. Comenzó entonces a comportarse de manera incontrolable nuevamente y Rimbaud, temiendo por su vida, llamó a la policía.

Verlaine fue arrestado y sometido a un humillante examen médico legal luego de que se considerara y validara la comprometedora correspondencia y las acusaciones de la esposa de Verlaine respecto de la naturaleza de la amistad entre los dos hombres. El juez fue inmisericorde y, a pesar de que Rimbaud retiró la denuncia, fue condenado por el juez Théodore t'Serstevens a dos años de prisión que cumple primero en Bruselas y posteriormente en el nuevo penal de Mons. Durante su estancia en la prisión (octubre de 1873 a enero de 1875) éste elabora la base de un libro que no verá nunca la luz ('Carcelariamente'). Su esposa obtiene la separación, tras un proceso iniciado en 1871. En prisión se convirtió al catolicismo, en la madrugada, escribió de una 'mística noche'. De esta conversión data probablemente el abandono de 'Carcelariamente' y la idea de recopilar 'Sabiduría'.
      Al salir de prisión, vuelve nuevamente a Inglaterra y después a Rethel, donde ejerce como profesor. En 1883, publica en la revista 'Lutèce' la primera serie de los 'poetas malditos' (Stéphane Mallarmé, Tristan Corbière, Arthur Rimbaud), una oda a 6 personas (uno de ellos él mismo, pero con otro nombre) incluido Rimbaud, a quien venera entre líneas. Junto con Mallarmé, es tratado como maestro y precursor por los poetas simbolistas y decadentistas. En 1884, publica 'Antaño y hogaño', que marca su vuelta a la vanguardia literaria, aunque el libro estuviera compuesto fundamentalmente por poemas anteriores a 1874. Y que junto con 'Paralelamente' (1888) forman parte de una gran antología.

Constantemente Verlaine se debatió entre dos mundos opuestos: lo que sentía por Rimbaud -y sus vicios y aficiones-, o la familia y tranquilidad con su joven esposa Mathilde Mauté de Fleurville. Como era de esperarse, el amor entre dos hombres era mal juzgado en esa época, sobretodo dentro de la élite parisina literaria a la que pertenecían, pero hacían caso omiso. Vivieron hundidos en sus vastas pasiones que viajaban en un carrusel de emociones, precisamente lo que los inspiró a escribir sus poemas definitivos. Para ellos fue una fase oscura de amor enfermizo que se convirtió en el simbolismo que los caracteriza, con sus versos contundentes y avanzados.
Rimbaud se retiró del universo literario al que estaba conquistando y regresó a Charleville y se recluyó en la granja familiar para escribir la única obra que publicó él mismo: 'Una temporada en el infierno', reconocida como una de las creaciones líricas pioneras del simbolismo moderno, y donde incluye una descripción de aquella 'menuda pareja', su vida con Verlaine -su 'virgen demente', y el 'esposo infernal'-. En 1874 regresó a Londres en compañía del poeta Germain Nouveau y escribió el fin de sus controvertidas 'Iluminaciones', que incluyen los dos primeros poemas en verso libre.

Rimbaud y Verlaine se encontraron por última vez en 1875, en Alemania, después de que éste recuperó la libertad y durante su momentánea conversión al catolicismo. Del encuentro, Rimbaud contó en una carta que conversando por unas cuantas horas «ya habíamos renegado de su Dios» y que Verlaine se quedó dos días y medio antes de regresar a París. Previamente a su marcha, Rimbaud le encargó a Verlaine sus manuscritos de 'Las Iluminaciones', pero para entonces Rimbaud ya había abandonado la escritura.
A partir de 1887, a medida que la fama de Verlaine crece, cae en la más negra de las miserias. Sus producciones literarias de esos años son puramente alimentarias. Entonces pasa el tiempo entre el café y el hospital. En sus últimos años fue elegido «Príncipe de los Poetas» (en 1894) y se le otorga una pensión. Prematuramente envejecido, muere en 1896, a los 51 años. Al día siguiente de su entierro, varios paseantes cuentan un hecho curioso: la estatua de la Poesía, ubicada en la plaza de la Ópera, perdió un brazo que se rompió junto con la lira que sujetaba, cuando su coche fúnebre pasaba por allí.

Indudablemente ese vínculo entre estos relevantes artistas líricos fue una relación turbulenta que les permitía, a partir de la destrucción como coyuntura, construir insuperables poemas. Se admiraban de forma recíproca y eran sus propios motores de creación, donde la locura, los celos y los sentimientos, inundan fehacientemente la obra de cada uno.