Todos somos 'Sísifo', han dicho. Sísifo había sido inexorablemente condenado
por los dioses a realizar una actividad absurda. Albert Camus (1913-1969),
escritor y pensador existencialista formado bajo el influjo de Schopenhauer y Nietzsche, recrea este viejo mito griego considerándolo una expresión o metáfora de la existencia humana en la vida moderna.
"El mito de Sísifo", es un ensayo filosófico de Camus, originalmente publicado en francés en 1942 como Le Mythe de Sisyphe. La
obra se abre con la siguiente cita de Píndaro:
«No
te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible. »
El
título del ensayo proviene de un atribulado personaje de la literatura griega.
En él, Camus discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida,
presentando el mito de Sísifo como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del
hombre. En ese sentido, plantea la filosofía del absurdo, que mantiene que
nuestras vidas son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que
creamos. Siendo el mundo tan fútil, el filósofo pregunta, ¿qué alternativa hay ante la disyuntiva y el conflicto de dar término a la vida? De esta forma, el análisis se inicia con el planteamiento de un problema filosófico realmente importante: el suicidio.
SÍSIFO CONCEBIDO EN LA MITOLOGÍA GRIEGA
Sísifo,
dentro de las representaciones míticas de Antigua Grecia, hizo enfadar a los dioses por su extraordinaria
astucia. Como castigo, fue condenado a perder la vista y a empujar
perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que
volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde debía recogerlo y empujarlo
nuevamente hasta la cumbre y así indefinidamente.
Él era
un rey de Corinto y su mujer se llamaba Merope, y era una de las Pléyades. Una
vez, estaba Sísifo recostado junto a su palacio y vio en los aires un águila
grande y hermosa que llevaba en sus garras una mujer joven, y estaba a punto de
aterrizar en una isla cercana. Entonces se apareció el dios Asopo, que era el
padre de la joven y le preguntó que si había visto pasar a Zeus convertido
en águila con su hija en las garras. Sísifo le dijo que sí y le indicó la isla en la que aterrizó.
Asopo
fue allí, pero Zeus lo espantó con un rayo. Zeus se dio cuenta que Sísifo le
había dicho a Asopo dónde se encontraba y lo envió para el Hades a cumplir una sanción.
Cuando
Sísifo se vio muerto, le dijo a Merope -su mujer- que no le enterrara, que se
comprometía a regresar vivo. Llegó al Hades y se presentó donde Proserpina y le
dijo que él no tenía porqué estar allí, ya que no le habían enterrado, que le
dejara volver a la Tierra para que le hicieran los funerales y que después
volvía.
Proserpina
le dejo ir, pero Sísifo no volvió y se quedó viviendo en la Tierra. Zeus se
enteró de esto y ordenó a Mercurio, el mensajero de los dioses, que lo remitiera
de nuevo para el Hades a cumplir su condena. El castigo era empujar una piedra
muy grande y pesada hasta la punta de una colina, pero cuando llegaba allí la
soltaba y empezaba a correr para abajo y la piedra detrás como a aplastarlo,
pero nunca lo alcanzaba; cuando llegaban abajo, volvía a repetir la misma
tarea.
De
aquí, el dicho de la piedra de Sísifo para los trabajos interminables y
repetitivos.
ALBERT CAMUS Y SU ABISMO ABSURDO Y EXISTENCIALISTA
Camus,
desarrolla la idea del 'hombre absurdo' o con una 'sensibilidad
absurda'. Es aquél que se muestra perpetuamente consciente de la completa
inutilidad de su vida. También es aquél que, incapaz de entender el mundo, se
confronta en todo momento a esta incomprensión. El hombre rebelde será, por lo
tanto, aquél que se encuentre en cada instante frente al mundo: "El rebelde no
niega la historia que le rodea y trata de afirmarse en ella. Pero se encuentra
ante ella como el artista ante lo real, la rechaza sin eludirla. Ni siquiera
durante un segundo hace de ella un absoluto".
Para
explicar su teoría, Camus se basa en una ética de cantidad, no de calidad, que
acumule el mayor número de experiencias. Esta 'eterna vivacidad',
este eterno confortamiento con el absurdo mediante el mayor número de
experiencias, es justamente lo que daría sentido a no renegar del absurdo. En
este punto, Camus muestra cómo su existencialismo no promueve el quietismo y la
pasividad ante el absurdo. Aceptar el absurdo, afirma, es la única alternativa
aceptable al injustificable salto de fe que constituye la base de todas las
religiones (e incluso del existencialismo, que por ende Camus no aceptaba
completamente). Aprovechándose de numerosas fuentes filosóficas y literarias, y
particularmente de Dostoievski, Camus describe el progreso histórico de la
conciencia del absurdo y concluye que Sísifo es el héroe absurdo definitivo.
En
su ensayo, Albert Camus afirma que Sísifo experimenta la libertad durante un breve
instante, cuando ha terminado de empujar el peñasco y aún no tiene que comenzar
de nuevo. En ese punto, Camus sentía que Sísifo, a pesar de ser ciego, sabía
que las vistas del paisaje estaban ahí y debía haberlo encontrado edificante:
"Uno debe imaginar feliz a Sísifo", declara; por lo que,
aparentemente, lo salva de su infortunio suicida.
Camus
es un escritor que parte de la existencialidad que tiene la existencia como
algo dado y que sólo acepta eso como punto de partida para que el hombre pueda
resolver la única cuestión de importancia vital, a saber: si es que vivir
merece o no la pena, si es que efectivamente puede tener sentido el ser hombre.
La
obra se cierra con un apéndice sobre la obra de Franz Kafka, interpretada
finalmente de manera similar, en términos de un esteticismo; a su modo,
esperanzador.
El
mito de Sísifo se forja como una metáfora, describiendo todo lo que abruma a
los hombres hoy en día, así como a Sísifo y diferentes héroes antiguos a
soportar las diferentes pruebas o castigos a los que eran impuestos para
conseguir libertad o ser acreedores a ciertos beneficios; en el mundo
contemporáneo serían los diferentes sentimientos y probanzas que la vida pone
enfrente y la manera en que el hombre comienza o está dispuesto a superarlas, con la propia convicción de saberse el único con el poder para hacerlo.
El
existencialismo presente en El mito de Sísifo, nos presenta la capacidad de
elección en la toma de decisiones individuales que confieren a cada persona
encontrar el sentido a su propia existencia. Es una alerta a la conciencia.
Camus
intenta una reconstrucción por vía del análisis de signos de la vida
contemporánea. En él, el vínculo entre
filosofía y literatura responde al esfuerzo por sensibilizar al hombre
contemporáneo, frente a la urgencia de emprender una re-invención de la
civilización; al tiempo que da cuenta de su pensamiento de que el hombre
absurdo, por excelencia es creador.
¿Por
qué fue condenado a empujar incesantemente una roca hasta la cumbre de una
montaña? Cuando estaba a punto de morir, quiso poner a prueba el amor de su
mujer, ordenándole que no enterrara su cuerpo sino que lo abandonara. Sísifo
murió, y ella obedeció la orden tan contraria al amor humano; ya en el Hades o
infiernos, obtuvo el permiso para volver a la Tierra momentáneamente,
para castigar a su mujer. Pero de nuevo en el mundo de los vivos, el astuto
Sísifo se vanagloriaba del éxito de su estratagema, manifestando a todo el
mundo que no tenía intención de volver a los infiernos. Así, "durante
muchos años más vivió ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas
de la Tierra". Pero, cumpliendo un decreto divino, lo tomaron por el cuello y lo devolvieron a la fuerza a los infiernos, donde ya habían preparado su fatalidad y su roca.
Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar esa roca hasta la punta de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer
por su propio peso. Habían pensado, con algún fundamento, que no hay castigo
más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.
Toda
la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su porvenir le pertenece. Su
roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su
tormento, hace callar a todos los ídolos. En el universo vuelto de pronto a su
silencio, se alzan las mil pequeñas voces maravillosas de la Tierra.
Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros
constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin
sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su
esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino
superior; o por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatídico y despreciable.
Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el
hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca; en ese ligero
giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su suerte, creada por él, unida bajo la mirada de su memoria y pronto sellada por
su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es
humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre
en marcha. La roca sigue rodando.
Sísifo
al pie de la montaña, siempre vuelve a encontrar su carga. Pero enseña la
fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga
que todo está bien. Este universo, por siempre sin amo, no le parece estéril ni
fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta
montaña, llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para
llegar a las cimas, basta para llenar un corazón de hombre.
Volver
al pie de la montaña y reanudar el camino hasta la cumbre, es una
representación del constante recomenzar de muchas actividades humanas. Cuando dominamos
un procedimiento o un arte, éste ya está obsoleto. Cuando con esfuerzo hemos
logrado la satisfacción de un deseo, renace uno nuevo. Es necesario
reconquistar constantemente valores como la libertad, la democracia, la
autenticidad.
El absurdo. Gran parte de nuestra vida está fundamentada en la esperanza en el mañana, a pesar de que el mañana nos acerca más a la muerte. Las personas viven como si no tuvieran la certeza de la muerte. Una vez despojado de sus romanticismos comunes, el mundo es un lugar extraño e inhumano. Pero hace falta imaginar a Sísifo feliz. La toma de conciencia de la propia
condición y el no optar por el camino fácil de la sumisión, es lo que puede colmar el corazón de un ser humano. La ética de Camus es la ética de la lucha,
el esfuerzo y la revuelta... Y desde el momento en que se le reconoce, el absurdo se convierte en una pasión, en la más desgarradora de todas.