viernes, 26 de julio de 2019

TEORÍA DEL BIG BANG. GRANDES INDICIOS QUE CONFIRMAN QUE EL UNIVERSO PUDO EMPEZAR CON UNA EXPLOSIÓN

       La Teoría del Big Bang, también llamada "Gran explosión", es el modelo cosmológico predominante para los períodos conocidos más antiguos del Universo y su posterior evolución a gran escala.

LA TEORÍA DEL BIG BANG


       Se afirma que el Universo estaba en un estado de muy alta densidad y temperatura y luego se expandió. Se suele describir al Big Bang, como el instante en el que una bola concentrada de energía estalló, convirtiéndose en materia y expandiéndose a enorme velocidad.
Se postula que esto sucedió hace unos 15.000 millones de años, y que en ese momento la temperatura alcanzó valores gigantescos: 1028 grados de temperatura y tal vez 10.000 millones de grados (1010 grados) tan sólo unos minutos más tarde.

Hay qué saber que en el borde de una temperatura de 1032 grados, todo tipo de fórmulas y definiciones de la física actual deja de tener sentido. Por lo cual, nada se puede afirmar con certeza matemática acerca de ese momento cero del Universo. El volumen del cosmos era mínimo y la densidad tendía al infinito.
Si se acepta que a partir de esta situación, el Universo empezó a expandirse y a enfriarse, podemos hablar de que en ese instante se produjo el comienzo del Universo actual.

INDICIOS CIENTÍFICOS PARA ACEPTAR SU VALIDEZ


Un primer argumento para pensar que la Teoría del Big Bang es correcta, se basa en el hecho comprobado de que las galaxias se están alejando unas de otras. Actualmente, todo parece indicar que el Universo -incluido el espacio entre galaxias- se está expandiendo a una velocidad creciente, a decenas de miles de kilómetros por segundo.
Esta afirmación se basa en que se ha verificado repetidas veces que la luz de las galaxias se desplaza hacia el extremo rojo del espectro, lo que indica que las longitudes de ondas de la luz detectada son más largas; este corrimiento hacia el rojo, que se denomina 'efecto doppler', indica que las galaxias se alejan de nosotros y que lo hacen a velocidades cada vez más grandes.

El alejamiento de las galaxias fue descubierto por primera vez en el año 1929, por Edwin Hubble. Nunca se ha visto ningún desplazamiento hacia el azul en las galaxias más distantes.
Este descubrimiento -la expansión del Universo-, produjo la revolución intelectual más importante del siglo XX e implica que, a medida que se produce la fuga de las galaxias, el Universo queda más vacío y; por lo tanto, se enfría.
La temperatura actual del cosmos es de unos tres grados absolutos (3ºK), es decir, 270 grados Celsius bajo cero. El enfriamiento avanza desde que comenzó la expansión del Universo.

Un segundo argumento en apoyo de la Teoría del Big Bang, es la cantidad de hidrógeno y de helio presente en el cosmos.
La Teoría del Big Bang afirma que en el comienzo de todo, debido al enorme calor -con temperaturas de 1032 grados-, los núcleos de hidrógeno chocaban entre sí a velocidades tan grandes que empezaron a fusionarse de dos en dos y a formar núcleos de helio. En base a este postulado, la teoría predice que en el Universo la proporción de hidrógeno comparada con la de helio, debe ser de 3 a 1.
Los resultados observacionales, confirman que efectivamente, en el Universo hay un 25% de helio frente al 75% de hidrógeno.

Un tercer argumento en apoyo de la Teoría del Big Bang, es algo más complicado y largo de explicar; se refiere a la radiación fósil (de fotones) o radiación de fondo en el Universo. Este descubrimiento ha sido la confirmación científica más espectacular de la Teoría del Big Bang.
Todos los cuerpos calientes, irradian. Mientras más calientes están, más irradian. Los cuerpos muy calientes emiten una radiación de onda más corta, por lo que se ven de color azul y violeta. A medida que se van enfriando, la onda de radiación se va haciendo más larga y el color percibido va cambiando del azul al verde, amarillo, naranja, rojo, hasta llegar al infrarrojo. Esta luz emitida por un cuerpo caliente se denomina 'luz térmica'.

Poco después del Big Bang, cuando el Universo primitivo estaba a temperaturas de millones de grados Kelvin, la agitación térmica hacía que la materia estuviera totalmente disociada; los electrones no conseguían unirse a los protones y formar átomos. La materia tenía la forma de plasma eléctrico opaco a la luz, pues no se generaban fotones. Ese Universo estaba absolutamente oscuro. Sin embargo, empezó a expandirse.

El Universo inicial estaba completamente desorganizado. No poseía galaxias, ni estrellas, ni moléculas, ni átomos, ni siquiera núcleos de átomos. Sólo era un caldo de materia informe, a una temperatura de miles de millones de grados.
Cuando habían pasado unos 380.000 años después del Big Bang, el Universo había experimentado una expansión que, a su vez, había producido un fuerte enfriamiento.

Cuando la temperatura bajó a menos de 3.000ºK, la interacción electromagnética ya fue capaz de que los electrones empezaran a ligarse con los protones. Se generaron átomos de hidrógeno y de helio, los fotones pudieron escapar y así fue como el Universo se hizo transparente a la luz.

A una temperatura inicial tan elevada, los procesos físicos se aceleraron de forma increíble. Ocurrieron más procesos en un segundo, que los que ocurren en millones de años en un mundo más frío.

El físico y astrónomo ucraniano George Gamow (1904-1968), hizo el siguiente razonamiento: si el Universo actual presenta una imagen de enfriamiento debido a la expansión, significa que en un principio era muy caliente y; por lo tanto, emitía radiación.
Gamow, supuso que la expansión del espacio había alargado la longitud de onda de los fotones primordiales. Sus cálculos le llevaron a deducir que la temperatura de la radiación original, se había reducido ya a unos 8º K (8º por encima del cero absoluto).

En 1948, predijo que tenía que existir una huella de esta primitiva radiación y que ésta sería de una longitud de onda milimétrica; es decir, debían de ser microondas. Nadie tomó en serio esta predicción y se pensó que sería una extravagancia intentar captar el eco del Big Bang.

Nuestro ojo es sensible a fotones de algo menos de una milésima de milímetro. Por lo cual, si la huella de la radiación primitiva tiene una longitud de onda algo mayor que un milímetro, es invisible a nuestros ojos. En esos años no había instrumentos para detectar ondas de esa longitud.

Arno Penzias, físico nacido en Munich en 1933, trabajaba con Robert Wilson en los Laboratorios Bell en 1964; experimentando con una antena de 6 metros, supersensible, destinada a detectar ondas de radio reflejadas por sondas.
Para medir estas ondas de radio, era necesario suprimir cualquier tipo de interferencias que pudieran producirse en el entorno de la antena. Consiguieron eliminar los efectos de radares y de emisoras de radio. Incluso suprimieron las interferencias producidas por la propia antena, enfriándola con helio líquido a -269º C (4º Kelvin), muy próximo al cero absoluto.

Después de todas esas precauciones, seguían detectando una fuente de ruido que no podían explicar. Inicialmente pensaron que eran pájaros que se habían instalado en la antena o que era otro tipo de suciedad de la misma. A pesar de limpiarla cuidadosamente y de afinar la recepción, el ruido continuaba. Era un ruido que persistía día y noche y que procedía de todos lados, cualquiera que fuera el lugar del cielo hacia donde orientaran la antena.

Ambos sacaron la conclusión de que el ruido venía desde más allá de nuestra propia galaxia, existiendo la posibilidad de que fueran las radiaciones dichas preliminarmente por George Gamow, procedentes de la explosión que originó el Universo. Las características de la radiación detectada por ellos, encajaba perfectamente con la radiación predicha inicialmente por él y afinada por Robert Dicke y otros colegas de la Universidad de Princeton.
En 1978, Arno Penzias y Robert Wilson fueron galardonados con el Premio Nobel, por su gran descubrimiento.

La detección de estos fotones milimétricos requiere instrumentales muy sensibles a estas longitudes de ondas (similares a las de los radares y hornos microondas). Son señales antiguas, de muy débil intensidad y que es necesario separarlas de la maraña de ondas parásitas. El calor de la atmósfera terrestre crea un fuerte ruido parásito que dificulta la detección de la radiación fósil de microondas.

Por tal motivo, la NASA decidió fabricar el COBE (Cosmic Background Explorer) construido especialmente para llevar a cabo -fuera de la atmósfera terrestre-, los estudios de precisión que pudieran confirmar los postulados de la Teoría del Big Bang.
El COBE fue lanzado al espacio el 18 de noviembre de 1989, en una órbita circular alrededor de la Tierra, a 900 km de altitud y con el eje de rotación inclinado en 99º. La altitud fue calculada para evitar tanto la radiación de la Tierra, como la influencia de las partículas existentes en los cinturones de radiación que tiene la Tierra a su alrededor.

La órbita a 900 km, combinada con la inclinación del eje de rotación, hizo posible mantener la Tierra y el Sol continuamente por debajo del plano de la coraza del COBE, permitiendo así un completo barrido del cielo cada seis meses.
Los resultados obtenidos por el COBE, mostraron una coincidencia perfecta entre lo predicho por la teoría del Big Bang y lo observado en el fondo de microondas.

El cuarto argumento en apoyo de la Teoría del Big Bang, es que los objetos más antiguos del Universo tienen una antigüedad de entre 10.000 y 15.000 millones de años. No hay evidencia de objetos más viejos que el Big Bang. Las estrellas más viejas de la Vía Láctea, se remontan a unos 10.000 millones de años.
A la pregunta de si había algo antes del Big Bang, la respuesta es que no se tiene ningún indicio que permita retroceder más tiempo en el pasado. Todos los datos de la astrofísica se detienen en la misma frontera. Las leyes que los científicos han descubierto, no funcionan en esos límites y no hay respuestas.

Según el modelo del Big Bang, el Universo primigenio era un plasma compuesto principalmente por electrones, quarks y neutrinos totalmente disociados unos de otros. Los electrones no se podían unir a los protones y otros núcleos atómicos para formar átomos porque la energía media de dicho plasma era muy alta, por lo que los electrones interactuaban constantemente con los fotones mediante el proceso conocido como 'dispersión Compton'.

A medida que el cosmos se fue enfriando, las partículas elementales se fueron aglutinando y formando núcleos, átomos, moléculas, nebulosas, estrellas, galaxias y planetas.
No todo queda explicado con la Teoría del Big Bang. Las matemáticas que fundamentan esta teoría, son inadecuadas e impotentes para explicar lo que sucedió en las fronteras del tiempo y del espacio. Sencillamente, ese es el límite de los conocimientos.

Si la Teoría del Big Bang es correcta, actualmente toda la materia estelar debería estar repartida en la superficie de una inmensa esfera que se va haciendo más extensa cada segundo. En el interior de esta esfera universal, no quedaría más que las radiaciones producidas por las estrellas.
Prácticamente todos los trabajos teóricos actuales en cosmología, tratan de ampliar o concretar aspectos de la Teoría del Big Bang. Gran parte de las investigaciones cosmológicas tratan de entender cómo se formaron las galaxias en el contexto del Big Bang, comprender lo que allí ocurrió y cotejar nuevas observaciones con la teoría fundamental.