Era
una bailarina extraordinaria, tan fuera de su propio canon. Sus
interpretaciones eran una original recreación de las danzas de la Grecia
clásica. Todos cuantos la habían visto danzar recordaban siempre con emoción sus
versiones coreográficas, en cuyo repertorio figuraban "Redención" de César
Franck, "Poema del éxtasis" de Scriabin, "La Marcha fúnebre" de Chopin, "La Muerte
de Adonis" de Schubert y "La Muerte de Isolda" de Wagner.
Angela
Isadora Duncan, nació en San Francisco el 27 de mayo de 1877. Además de
bailarina, la estadounidense también fue coreógrafa, considerada por muchos
como la creadora de la danza moderna. Hija de un matrimonio desunido y
finalmente divorciado, se inclinó hacia el baile desde la niñez.
Isadora
era una niña solitaria y retraída que solía jugar en la playa, mientras
observaba el mar. Su fascinación por el movimiento de las olas, sería el germen
de su arte en los años posteriores. Ella imaginaba entonces movimientos de
manos y pies que acompañaban a las olas de la bahía de San Francisco, y que
serían el origen de su peculiar estilo en la Danza. Sobresale en su arte, la
influencia del mar y sus juegos infantiles.
En su autobiografía, titulada 'Mi vida', escribió:
Su
madre, Dora Duncan, era profesora de piano y daba lecciones para sustentar a la
familia. En 1884 funda una escuela de danza en Oakland, donde por aquella época
estaba viviendo con sus cuatro hijos. A la edad de once años, Isadora Duncan
abandonó sus estudios en el colegio para dedicarse a su pasión y se une a su
hermana para trabajar ella también en la escuela de danza con los más pequeños.
Predominaban en las lecciones musicales Mozart, Schubert y Schumann, que
tuvieron una indiscutible influencia en su posterior desarrollo artístico.
Cuando llegó a la adolescencia, la familia se mudó a Chicago, donde estudió
danza clásica. La familia perdió todas sus posesiones en un incendio y se
trasladó nuevamente, esta vez a Nueva York, donde a los diecisiete años ingresó
en la compañía de teatro del dramaturgo Augustin Daly. En 1898, su padre murió en
el trágico naufragio del SS Mohegan.
En
los albores del siglo, Isadora convence a su madre y a su hermana para que la
familia emigre a Europa. Siendo irónico pensar que, por aquel entonces, media
Europa intentaba emigrar a los Estados Unidos para alejarse de la penuria
económica y encontrar un futuro mejor, pero aun así parten en 1900 y se
asientan al principio en Londres y posteriormente en París.
SU PARTICULAR EXPRESIONISMO Y DANZA
Durante
su etapa en Londres, Isadora Duncan, siempre inquieta y autodidacta, pasaba
largas horas en el Museo Británico. Le fascinaban las expresiones artísticas de
la antigua Grecia, de las que toma formas, que serán luego características de
su danza; tales como inclinar la cabeza hacia atrás, como las bacantes.
Es
en esta época cuando comienza a consolidarse el estilo único de Isadora. Se
trata de una danza muy alejada de los patrones clásicos conocidos hasta
entonces, incorporando puestas en escena y movimientos que tenían más que ver
con una visión filosófica de la vida ligada quizá al expresionismo (línea de
pensamiento artístico incipiente por aquella época), y por tanto, a una búsqueda
de la esencia del arte que sólo puede proceder del interior.
Isadora
era plenamente consciente de que su estilo suponía una ruptura radical con la
danza clásica y, en este sentido, se veía a sí misma como una precursora en un
contexto artístico de revisión generalizada de los valores antiguos. Y al mismo
tiempo que su estilo se iba consolidando, estudiaba en profundidad la danza y
la literatura a través de los museos; particularmente el Louvre de París, la
National Gallery de Londres y el Museo Rodin.
Los
temas de sus danzas eran clásicos, frecuentemente relacionados con la muerte o
el dolor, pero en oposición a los asuntos de la danza clásica conocida hasta
entonces que giraban en torno a héroes, duendes y trasgos.
Su
puesta en escena era también revolucionaria, y en cierto sentido minimalista.
LOS RASGOS DE SU VIDA PRIVADA
Isadora
Duncan tuvo una vida íntima tan poco convencional como la expresión de su arte,
y vivió siempre al margen de la moral y las costumbres tradicionales. Se casó
ya en la madurez con el poeta ruso Serguéi Esenin, 17 años más joven que ella.
Esenin la acompañó en un viaje por Europa, pero el carácter violento de éste y
su adicción al alcohol dieron al traste con el matrimonio. Al año siguiente
Esenin regresó a Moscú, donde sufrió una profunda crisis a raíz de la cual fue
ingresado en una institución mental. Se suicidó poco tiempo después, aunque se
ha especulado con la posibilidad de que fuese asesinado. Isadora eligió ser
madre soltera, y tuvo dos hijos. Aunque no quiso revelar el nombre de los
padres, se sabe que fueron del diseñador teatral Gordon Craig y de Paris
Singer, hijo del magnate de las máquinas de coser Isaac Merritt Singer. La vida
privada de Isadora no estuvo nunca exenta de escándalos, ni tampoco de
tragedias. La más espantosa fue ciertamente la muerte de sus dos hijos Deirdre
y Patrick, que se ahogaron en un accidente en el río Sena en París, en 1913, al
caer al agua el automóvil en el que viajaban junto a su niñera.
Isadora
se declaró varias veces durante su vida como "atea convencida". Así también se
rumorea que era bisexual, y que mantuvo relaciones con algunas
mujeres conocidas de su época.
EL DÍA DE LA MUERTE TRÁGICA
Algunos
fines trágicos se han convertido en verdaderas leyendas. Lugares imaginarios y
versiones distintas de lo realmente sucedido, donde las pinceladas fantásticas
sólo incrementan cierto halo de excentricidad presente en el óbito. Es el caso del
intrigante, irónico y; a la vez, terrible final de Isadora Duncan. Las
desafortunadas circunstancias que rodean su muerte, han contribuido sobremanera
a la consolidación del mito, y están envueltas en cierto misterio que la
historia no ha conseguido despejar por completo.
Porque
no fue una mano humana la causante, tampoco ningún criminal rodeó con sus manos
su frágil cuello. Isadora, la "diosa del ritmo moderno" y quien hizo revivir el
clasicismo griego de una manera muy personal a través de atrevidas escenografías,
murió por un instante de infortunio.
Isadora
Duncan encontró la muerte en un accidente de automóvil acaecido en Niza (Francia), la noche
del 14 de septiembre de 1927, a la edad de 50 años. Murió estrangulada por la
larga bufanda que llevaba alrededor de su cuello, cuando ésta se enredó en la
llanta del automóvil en que viajaba durante un paseo. Este accidente dio lugar al comentario mordaz de Gertrude Stein: "La
afectación puede ser peligrosa". Circulaba con un hombre, por el Paseo de los
Ingleses en aquella ciudad del sur. Isadora vestía con su habitual lujo. Dando
dos vueltas a su cuello, llevaba una chalina de seda que se agitaba libremente
al aire de la marcha. Duncan viajaba en el asiento del copiloto de un automóvil
Amilcar propiedad de un joven mecánico italiano, Benoît Falchetto, a quien ella
irónicamente había apodado 'Bugatti'. La marca del automóvil es materia de
debate, y posiblemente de ahí parte el error. La opinión general, es que se
trataba de un Amilcar francés modelo GS de 1924. Se trataba de un curioso
vehículo a motor de los que estaban de moda en la época y de escasa potencia,
pero aspecto deportivo. Aunque poco importa que no fuera un monstruo de la
carretera, porque a pesar de su inofensivo aspecto, se convirtió en su asesino.
La leyenda transformó después la marca y lo convirtió en un Bugatti, mucho más
caro y lujoso.
Antes de subir al vehículo, Isadora profirió unas palabras pretendidamente
recordadas por su amiga María Desti y algunos compañeros: "¡Adieu, mes amis. Je
vais à la gloire!" ("¡Adiós, amigos míos, me voy a la gloria!"). Sin embargo, según
se supo después, Desti admitió haber mentido sobre las últimas palabras de la
bailarina, y confesó que éstas habían sido: "Je vais à l'amour" ("Me voy al
amor"). Al parecer, consideró estas palabras poco apropiadas como un último
testimonio histórico de su ilustre amiga, ya que indicaban que Isadora y Benoît
partían hacia uno de sus encuentros románticos. Cualesquiera que fuesen sus
palabras, cuando Falchetto puso en marcha el vehículo, la delicada chalina de
Duncan (una estola pintada a mano, regalo de su amiga, suficientemente larga
como para envolver su cuello y su talle y ondear por fuera del automóvil), se
enredó entre la llanta de radios y el eje trasero del coche provocando la
muerte por estrangulamiento de Isadora. No hubo grito alguno de su parte, todo
sucedió en apenas un instante. El efecto fue inmediato, el echarpe se tensó y
estranguló violentamente su cuello, que se fracturó sin remedio.
En
el obituario publicado en el diario New York Times el 15 de septiembre de 1927,
podía leerse lo siguiente:
"El
automóvil iba a toda velocidad cuando la estola de fuerte seda que ceñía su
cuello empezó a enrollarse alrededor de la rueda, arrastrando a la señora
Duncan con una fuerza terrible, lo que provocó que saliese despedida por un
costado del vehículo y se precipitase sobre la calzada de adoquines. Así fue
arrastrada varias decenas de metros antes de que el conductor, alertado por los
gritos, consiguiese detener el automóvil. Se obtuvo auxilio médico, pero se
constató que Isadora Duncan ya había fallecido por estrangulamiento, y que
sucedió de forma casi instantánea".
Isadora
Duncan fue incinerada, y sus cenizas fueron colocadas en el columbario del
Cementerio del Père-Lachaise (en París).
En
el Panteón de San Fernando, en Ciudad de México, hay un nicho de homenaje a su
nombre.
Y
así, de forma tan absurda, entró en el campo de los mitos modernos de la muerte, una de las llamadas "transgresoras más deliciosas" de la pasada centuria que quedó marcada en la historia, como una adversidad y como desdicha en la prórroga. La fatalidad inmensa, en la interrupción abrupta de su vida.