domingo, 7 de julio de 2019

ISADORA DUNCAN. LA MUERTE INSÓLITA Y ABSURDA DE UNA BAILARINA AHORCADA CON SU BUFANDA

Era una bailarina extraordinaria, tan fuera de su propio canon. Sus interpretaciones eran una original recreación de las danzas de la Grecia clásica. Todos cuantos la habían visto danzar recordaban siempre con emoción sus versiones coreográficas, en cuyo repertorio figuraban "Redención" de César Franck, "Poema del éxtasis" de Scriabin, "La Marcha fúnebre" de Chopin, "La Muerte de Adonis" de Schubert y "La Muerte de Isolda" de Wagner.
Angela Isadora Duncan, nació en San Francisco el 27 de mayo de 1877. Además de bailarina, la estadounidense también fue coreógrafa, considerada por muchos como la creadora de la danza moderna. Hija de un matrimonio desunido y finalmente divorciado, se inclinó hacia el baile desde la niñez. 

Isadora era una niña solitaria y retraída que solía jugar en la playa, mientras observaba el mar. Su fascinación por el movimiento de las olas, sería el germen de su arte en los años posteriores. Ella imaginaba entonces movimientos de manos y pies que acompañaban a las olas de la bahía de San Francisco, y que serían el origen de su peculiar estilo en la Danza. Sobresale en su arte, la influencia del mar y sus juegos infantiles.

En su autobiografía, titulada 'Mi vida', escribió: 
Su madre, Dora Duncan, era profesora de piano y daba lecciones para sustentar a la familia. En 1884 funda una escuela de danza en Oakland, donde por aquella época estaba viviendo con sus cuatro hijos. A la edad de once años, Isadora Duncan abandonó sus estudios en el colegio para dedicarse a su pasión y se une a su hermana para trabajar ella también en la escuela de danza con los más pequeños. Predominaban en las lecciones musicales Mozart, Schubert y Schumann, que tuvieron una indiscutible influencia en su posterior desarrollo artístico.

Cuando llegó a la adolescencia, la familia se mudó a Chicago, donde estudió danza clásica. La familia perdió todas sus posesiones en un incendio y se trasladó nuevamente, esta vez a Nueva York, donde a los diecisiete años ingresó en la compañía de teatro del dramaturgo Augustin Daly. En 1898, su padre murió en el trágico naufragio del SS Mohegan.

En los albores del siglo, Isadora convence a su madre y a su hermana para que la familia emigre a Europa. Siendo irónico pensar que, por aquel entonces, media Europa intentaba emigrar a los Estados Unidos para alejarse de la penuria económica y encontrar un futuro mejor, pero aun así parten en 1900 y se asientan al principio en Londres y posteriormente en París.

SU PARTICULAR EXPRESIONISMO Y DANZA


Durante su etapa en Londres, Isadora Duncan, siempre inquieta y autodidacta, pasaba largas horas en el Museo Británico. Le fascinaban las expresiones artísticas de la antigua Grecia, de las que toma formas, que serán luego características de su danza; tales como inclinar la cabeza hacia atrás, como las bacantes.
Es en esta época cuando comienza a consolidarse el estilo único de Isadora. Se trata de una danza muy alejada de los patrones clásicos conocidos hasta entonces, incorporando puestas en escena y movimientos que tenían más que ver con una visión filosófica de la vida ligada quizá al expresionismo (línea de pensamiento artístico incipiente por aquella época), y por tanto, a una búsqueda de la esencia del arte que sólo puede proceder del interior.

Isadora era plenamente consciente de que su estilo suponía una ruptura radical con la danza clásica y, en este sentido, se veía a sí misma como una precursora en un contexto artístico de revisión generalizada de los valores antiguos. Y al mismo tiempo que su estilo se iba consolidando, estudiaba en profundidad la danza y la literatura a través de los museos; particularmente el Louvre de París, la National Gallery de Londres y el Museo Rodin.
Los temas de sus danzas eran clásicos, frecuentemente relacionados con la muerte o el dolor, pero en oposición a los asuntos de la danza clásica conocida hasta entonces que giraban en torno a héroes, duendes y trasgos.

Su puesta en escena era también revolucionaria, y en cierto sentido minimalista.

LOS RASGOS DE SU VIDA PRIVADA


Isadora Duncan tuvo una vida íntima tan poco convencional como la expresión de su arte, y vivió siempre al margen de la moral y las costumbres tradicionales. Se casó ya en la madurez con el poeta ruso Serguéi Esenin, 17 años más joven que ella. Esenin la acompañó en un viaje por Europa, pero el carácter violento de éste y su adicción al alcohol dieron al traste con el matrimonio. Al año siguiente Esenin regresó a Moscú, donde sufrió una profunda crisis a raíz de la cual fue ingresado en una institución mental. Se suicidó poco tiempo después, aunque se ha especulado con la posibilidad de que fuese asesinado. Isadora eligió ser madre soltera, y tuvo dos hijos. Aunque no quiso revelar el nombre de los padres, se sabe que fueron del diseñador teatral Gordon Craig y de Paris Singer, hijo del magnate de las máquinas de coser Isaac Merritt Singer. La vida privada de Isadora no estuvo nunca exenta de escándalos, ni tampoco de tragedias. La más espantosa fue ciertamente la muerte de sus dos hijos Deirdre y Patrick, que se ahogaron en un accidente en el río Sena en París, en 1913, al caer al agua el automóvil en el que viajaban junto a su niñera.
Isadora se declaró varias veces durante su vida como "atea convencida". Así también se rumorea que era bisexual, y que mantuvo relaciones con algunas mujeres conocidas de su época.

EL DÍA DE LA MUERTE TRÁGICA


Algunos fines trágicos se han convertido en verdaderas leyendas. Lugares imaginarios y versiones distintas de lo realmente sucedido, donde las pinceladas fantásticas sólo incrementan cierto halo de excentricidad presente en el óbito. Es el caso del intrigante, irónico y; a la vez, terrible final de Isadora Duncan. Las desafortunadas circunstancias que rodean su muerte, han contribuido sobremanera a la consolidación del mito, y están envueltas en cierto misterio que la historia no ha conseguido despejar por completo.
Porque no fue una mano humana la causante, tampoco ningún criminal rodeó con sus manos su frágil cuello. Isadora, la "diosa del ritmo moderno" y quien hizo revivir el clasicismo griego de una manera muy personal a través de atrevidas escenografías, murió por un instante de infortunio.

Isadora Duncan encontró la muerte en un accidente de automóvil acaecido en Niza (Francia), la noche del 14 de septiembre de 1927, a la edad de 50 años. Murió estrangulada por la larga bufanda que llevaba alrededor de su cuello, cuando ésta se enredó en la llanta del automóvil en que viajaba durante un paseo. Este accidente dio lugar al comentario mordaz de Gertrude Stein: "La afectación puede ser peligrosa". Circulaba con un hombre, por el Paseo de los Ingleses en aquella ciudad del sur. Isadora vestía con su habitual lujo. Dando dos vueltas a su cuello, llevaba una chalina de seda que se agitaba libremente al aire de la marcha. Duncan viajaba en el asiento del copiloto de un automóvil Amilcar propiedad de un joven mecánico italiano, Benoît Falchetto, a quien ella irónicamente había apodado 'Bugatti'. La marca del automóvil es materia de debate, y posiblemente de ahí parte el error. La opinión general, es que se trataba de un Amilcar francés modelo GS de 1924. Se trataba de un curioso vehículo a motor de los que estaban de moda en la época y de escasa potencia, pero aspecto deportivo. Aunque poco importa que no fuera un monstruo de la carretera, porque a pesar de su inofensivo aspecto, se convirtió en su asesino. La leyenda transformó después la marca y lo convirtió en un Bugatti, mucho más caro y lujoso. 

Antes de subir al vehículo, Isadora profirió unas palabras pretendidamente recordadas por su amiga María Desti y algunos compañeros: "¡Adieu, mes amis. Je vais à la gloire!" ("¡Adiós, amigos míos, me voy a la gloria!"). Sin embargo, según se supo después, Desti admitió haber mentido sobre las últimas palabras de la bailarina, y confesó que éstas habían sido: "Je vais à l'amour" ("Me voy al amor"). Al parecer, consideró estas palabras poco apropiadas como un último testimonio histórico de su ilustre amiga, ya que indicaban que Isadora y Benoît partían hacia uno de sus encuentros románticos. Cualesquiera que fuesen sus palabras, cuando Falchetto puso en marcha el vehículo, la delicada chalina de Duncan (una estola pintada a mano, regalo de su amiga, suficientemente larga como para envolver su cuello y su talle y ondear por fuera del automóvil), se enredó entre la llanta de radios y el eje trasero del coche provocando la muerte por estrangulamiento de Isadora. No hubo grito alguno de su parte, todo sucedió en apenas un instante. El efecto fue inmediato, el echarpe se tensó y estranguló violentamente su cuello, que se fracturó sin remedio.
En el obituario publicado en el diario New York Times el 15 de septiembre de 1927, podía leerse lo siguiente:

"El automóvil iba a toda velocidad cuando la estola de fuerte seda que ceñía su cuello empezó a enrollarse alrededor de la rueda, arrastrando a la señora Duncan con una fuerza terrible, lo que provocó que saliese despedida por un costado del vehículo y se precipitase sobre la calzada de adoquines. Así fue arrastrada varias decenas de metros antes de que el conductor, alertado por los gritos, consiguiese detener el automóvil. Se obtuvo auxilio médico, pero se constató que Isadora Duncan ya había fallecido por estrangulamiento, y que sucedió de forma casi instantánea".​

Isadora Duncan fue incinerada, y sus cenizas fueron colocadas en el columbario del Cementerio del Père-Lachaise (en París).

En el Panteón de San Fernando, en Ciudad de México, hay un nicho de homenaje a su nombre.

Y así, de forma tan absurda, entró en el campo de los mitos modernos de la muerte, una de las llamadas "transgresoras más deliciosas" de la pasada centuria que quedó marcada en la historia, como una adversidad y como desdicha en la prórroga. La fatalidad inmensa, en la interrupción abrupta de su vida.