Casi
con precisión, se dice que la leyenda de La Llorona eclosiona, por así decirlo,
en el México Colonial; donde el localismo y la diseminación de variantes
permiten diversificaciones fabulísticas que se han contado por
decenas -o cientos incluso-, hasta el punto de que se postulan innumerables
leyendas, cuyas versiones se ramifican por todas partes de América. Es
la fascinante resultante entre una interacción heterogénea de la leyenda americana
con los correlatos europeos que se encuentran y se funden.
Lo
que se ha contado es que La Llorona no es un simple fantasma, sino una suerte
de dama blanca, encantada o dama de agua, vinculada desde luego a ciertos
lugares de poder y que tiene una naturaleza infernal-oracular; cuyo
"salvajismo" es manifestado a través de su lamento y de su llanto, aún cuando
lo propio de estos fantasmas aulladores es que no tengan cuerpo.
CRITERIOS HISTÓRICOS, IDENTITARIOS Y MORALES
La
clave de esta fenomenología es el modelo de experiencia de lo sagrado, en la que
el miedo, el pánico o el goce extático cobran pleno sentido. Esto es, lo inefable
que nos deslumbra es esta voz sin cuerpo; cuyo mensaje oculto enseguida se
trata de ahormar a criterios históricos o bien morales que nos identifiquen,
como lo es el supuesto de la indígena
que tiene hijos con un español. Después la traición, luego el infanticidio por despecho.
Los numerosos estudios sobre esta temática coinciden en que La Llorona corresponde
a la categoría folclórica de "espantos",
es decir, un ser que provoca terror en quien se la encuentra por su aspecto, su conducta, sus sonidos; etc. El estudio narratológico la aproxima a todos los seres
que en el folclore se comportan como predadores y que anteceden por tanto algo
malo, tenebroso, aciago, de mal augurio, un desastre, una hecatombe; en suma, palabras todas ligadas
al infortunio, como una interpretación negativa de esa presencia o aparición.
En
el caso de La Llorona, efectivamente cabe pensar que se produjo un amplio
mestizaje o hibridación entre arquetipos ibéricos y otros prehispánicos, y que
la interpretación "derrotista" de sus gritos como lamento sería por
la calamidad sufrida por los indios; por lo que vaga por los caminos, amedrenta.
El
mito de La Llorona narra una situación histórica común en América
Latina, como es la relación entre la indígena y el hombre español en donde
intrínsecamente se refiere a esa mujer y sus contradicciones: ella no rechaza
al blanco, pero al ser abandonada, repudia al hijo bastardo; pero ya es
demasiado tarde y el niño mestizo nace en medio de ese profundo desgarramiento
y así es lanzado a la historia, donde la india es el instrumento del mestizaje
y sola levanta a sus hijos. Entonces, La Llorona es una de las múltiples
metamorfosis expresadas al inicio como amor versificado y luego como sombra del
objeto; como contrafigura que reprocha y retorna a los caminos del mundo como una crueldad obsesiva. Lo más valioso, esa tensión entre el ideal irrealizado y la
pérdida es lo que lleva a la figuración del duelo.
La
representación del aparecer/desaparecer de La Llorona está ligado a una
antiquísima tradición visionaria, que juega con la equivalencia luz-conocimiento
y con la idea de lo sobrenatural y la magia. La Llorona se hace, pues, visible
o invisible como alma externalizada del cuerpo y por tanto es capaz de
deambular libremente y de encarnarse o proyectarse en dobles o animales,
conforme a las ideas del chamanismo europeo o del náhuatl prehispánico. Luego
entonces, la idea de alma en pena es un aspecto del significado del mito. Tal
vez expía una culpa, un castigo o una maldición de algo moralmente impuesto que
hubiese sido transgredido.
En ese sentido, se
han expuesto numerosas fuentes de la leyenda y son tantos los antecedentes. En
primer lugar, elementos de estratos anteriores, como son los rasgos de la diosa
prehispánica Cihuacóatl que se aparecía sobre el lago y profetizaba desgracia; o bien los más lejanos de Diosas Madre como Isis, que era también una especie
de Diosa Llorona, por Osiris. En segundo lugar, más allá de esta frontera prehistórica,
La Llorona revela una frontera histórica clara cuando se le vincula a los
desastres de la Colonia y a la luz de acontecimientos recientes. Así que La
Llorona en la literatura y cultura popular modernas, es tomada como figura
emblemática de la resistencia indígena y de poblaciones marginalizadas o
subalternas de la sociedad, tal como la perciben actualmente.
EL EJE CENTRAL DE LA LEYENDA
A lo largo de las páginas de esta leyenda se oye el eco,
el llanto de la madre cuyo duelo consiste en localizar a sus hijos muertos y
llorarlos, porque "la capacidad de ser llorada la muerte, es un presupuesto
para toda vida que importe". Se dice que hay un período de luto, es decir, que
la condolencia llega a su final después de un tiempo en el que se sufre la
pérdida del otro a la vez que se descubre un nuevo sentido del "yo" y de la
idea del mundo. Este sentimiento contiene cierta calma cuando los cadáveres
quedan asegurados -enterrados, inhumados o embalsamados- de forma tal que están
impedidos para volver como fantasmas. Pero el tipo de duelo cuando los cuerpos
han desaparecido, cuando no hay lugar ni restos, se torna a un infinito ritual
del sufrimiento que no comienza ni termina.
Por
tanto, el arduo enigma de su génesis, está ligado a su hermenéutica, donde se da por verosímil la existencia de
dichos seres -sean cuales sean- y en esa línea, La Llorona sería una de esas
entidades extrahumanas en su interpretación más plausible.
Si
es así, la leyenda de La Llorona escenificaría el alma de estos conflictos -la crisis
individual, la crisis ambiental, la crisis social- que ahora en el siglo XXI se
ven de forma clara. Los hijos sacrificados son su propio pueblo; la tierra y el
agua mancillada, profanada, es la arrebatada. Por lo que es de concluirse que la leyenda de La Llorona, 'monstrua' popular mexicana, arroja diversas cuestiones que se entretejen: la maternidad, el crimen, la
herencia, el duelo y los espectros con las situaciones de nuestra
vida contemporánea que no pueden despojarse.