viernes, 7 de junio de 2019

LA EROTECA: TE ESPERO EN EL BAR…

Apenas estaba oscureciendo. Yo estaba leyendo el periódico cuando la vi entrar con aquel vestido ligero de verano y venir hacia mi mesa.

 ¿Llevas mucho esperando? – Preguntó.

 Diez minutos, no te preocupes. – Respondí.

Ella se sentó a mi lado, en el extremo de la pequeña mesa, a cuarenta y cinco grados de mi posición. Nos besamos cordialmente, hacía seis meses que no nos veíamos, y ambos sabíamos que ese era mucho tiempo. Hicimos un gesto a la camarera para que nos tomara nota. Pedimos una bebida cada uno y poco después brindamos por el reencuentro. Ella me puso la mano en la cara interior del muslo derecho.
 ¿Me has echado de menos? – Preguntó coqueta.

Me encantaba verla así, receptiva. Le respondí que sí, que la había echado de menos incluso vestida. Ella rió la ocurrencia, que a su vez yo le había robado a un cantautor.

 ¿Y te has tocado pensándome? – Quiso saber mientras apretaba mi muslo.

 Mucho. Aún sigues provocándome esa fuerte debilidad que conoces.

 ¿Seguro? Mira que puedo ponerte el detector de mentiras.

 Ponlo, sabes que no suelo mentir.

Alargó un poco la mano por debajo de la mesa y la puso sobre mi bulto, que, efectivamente, estaba haciendo ya reacción. Sonrió mirándome y continuó haciendo un leve movimiento con la mano. Yo no pude evitarlo y deslicé mi mano bajo la mesa y la subí por la cara interna de su muslo izquierdo, hasta con la punta de los dedos, tocar su más calurosa y acogedora parte.

El bar estaba bastante desierto, salvo una mesa con cuatro personas y la camarera. El lugar en el que me había colocado estratégicamente estaba en la parte más aislada, con lo cual disponíamos de cierta intimidad. Así que seguí alargando la mano hasta deslizar mi dedo índice por su hendidura y disfrutar de sus gestos, que era lo que más me estimulaba, ver el deseo y el placer en su cara. Ella me apretó y después bajó la cremallera metiendo la mano. Le resultaba difícil en esa postura bajar el bóxer para llegar hasta ahí. Decidí facilitarle la entrada. Me eché hacia atrás y me desabroché el botón abriendo el pantalón. Después bajé el bóxer trabándolo y dejándolo todo a su alcance bajo la mesa. Ella enseguida agarró y comenzó a masajear suavemente. Seguíamos mirándonos a los ojos, que expresaban un 'sálvese quien pueda'.

 Tengo que pedirte un favor - Le dije.

 ¿Cuál?

 Quítate las bragas y guárdalas en el bolso, me molestan.

Ella miró hacia el bar asegurándose de que no iba a ser excesivamente descarada. Después coló sus manos bajo la falda y levantándose un poco de la silla, sacó las bragas de su prisión. Luego las guardó en el bolso no sin habérmelas puesto en la nariz un par de segundos. Ahora tenía acceso libre a su centro vital. Volví a meter la mano y comprobé que su humedad iba en aumento, tanto es así que lo hice sin esfuerzo alguno. De nuevo su cara expresó el placer y su garganta emitió un gemido que no alcanzó a los oídos de los demás. Seguí suavemente con un dedo, mientras con otro le acariciaba. Me encantaba masturbarla.

Ella había friccionado bien y subía y bajaba la mano con densidad. Después retiró la mano y se la llevó a la boca, la empapó con saliva y volvió, deslizándose hacia abajo y lubricando. Era delicioso sentir su mano así. Era un juego que siempre habíamos tenido, nos gustaba la masturbación recíproca.

Yo seguía haciéndolo justo como a ella le gustaba y agitando en círculos su hermoso paraíso. En su cara se podía ver todo lo que un hombre desea para sí. Era hermosa, pero sintiendo placer era mucho más, era completamente arrebatadora.

 Si sigues así me voy a correr, y para eso la quiero dentro, hasta el fondo – Me dijo.

Yo miré el bar, la mesa ocupada seguía a lo suyo; supongo que se habían dado cuenta, pero disimulaban muy bien. La camarera secaba los vasos del lavavajillas como dejando pasar el tiempo.

Eché un poco hacia atrás la silla y le dije que subiera encima. No lo pensó, lo hizo. Yo sentado y ella sentada sobre mí dándome la espalda y haciendo movimientos circulares, sentía como me estaba empapando. Se echó hacia atrás y le mordí una oreja.

 No te corras dentro – Me dijo.

 Córrete tú primero, quiero verlo.

Seguí masajeando cuando sentí que se perdía. Le tapé la boca, la conocía bien. Su cuerpo se estremeció sobre mí y empezó a correrse. Sus gemidos eran enmudecidos por mi mano, pero no pude evitar que se le escapara un grito que hizo que la camarera más cercana, mirara hacia nosotros e hiciera un gesto de asombro. Disimuló apartando la mirada, pero sé que no podía evitar echarnos una ojeada sorprendida.

Ella se quitó de encima y volvió a su silla. Me miró.

 Voy a correrte – Me dijo.

Se puso saliva en la mano y comenzó a hacerlo rápidamente. Agregó la otra mano, sabía que me gustaba así. La camarera no dejaba de echarnos miradas esporádicas pero frecuentes, y yo estaba a punto de correrme, al parecer eso no se lo quiso perder. Cuando ella vio que mis facciones se contraían, agachó la cabeza y se perdió ahí; siempre le había gustado mi esencia, la trataba como un manjar exquisito. Empecé a eyacular agarrándome a la silla mientras ella tragaba. Me convulsioné. Ella aguantó estoicamente y después me lamió bien los restos. Cuando se incorporó, se lamió un par de dedos apurando el semen.

Ambos quedamos relajados, mirándonos con cara de quien desea que se repitan situaciones así.

Al rato bajamos a la barra y pedí la cuenta a la camarera.

 Enseguida – Me dijo.

Le entregué un billete y fue hasta la caja registradora. Volvió y me entregó el cambio.

 ¿Les ha gustado el servicio? – Preguntó.

Sonreímos los tres. Miré el dinero y se lo entregué a la camarera.

 Por el trato recibido – Le dejé caer. Ella sonrió.

 Vuelvan cuando quieran, yo estoy siempre en este horario.

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