martes, 4 de junio de 2019

JULIO CORTÁZAR Y SU RUEGO FALLIDO POR EVITAR EL SUICIDIO DE UNA MUJER

Fue en París donde las vidas de los poetas Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik equidistaron. La vida de ella, llena de oscuridad y desalientos la llevó a escribir extraordinarios poemas. Con el tiempo, Pizarnik vivía atrapada constantemente entre el insomnio y la euforia; la soledad y el deseo; la paz y la ira; la luz y la sombra; el día y la noche; el amor y el desamor; la felicidad y el sufrimiento. Todo al mismo tiempo le avasallaba.
Alejandra Pizarnik se suicidó en 1972, a los 36 años, con la ingestión de 50 pastillas de un barbitúrico (Seconal) durante un fin de semana en el que había salido con permiso del hospital psiquiátrico de Buenos Aires, donde se hallaba internada a consecuencia de su cuadro depresivo.

UN ACERCAMIENTO A LA EMBLEMÁTICA POETA ALEJANDRA PIZARNIK


Nacida como Flora Pizarnik el 29 de abril de 1936 en Buenos Aires, la poeta conocida como Alejandra fue hija de inmigrantes rusos; sus padres, Elías Pizarnik y Rosa Bromiker, se dedicaban al comercio de joyas. Su infancia fue una etapa complicada, su español tenía un acento europeo y tartamudeaba, además de que padecía de acné y tendía a subir de peso, lo que laceró su  autoestima. Posiblemente por dichos problemas, Alejandra Pizarnik comenzó a ingerir anfetaminas y desarrolló una fuerte adicción, lo que le provocó otros trastornos. Según los expertos, padecía lo que se conoce como "trastorno límite de la personalidad".
En 1954 ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para tomar cursos de Literatura, Periodismo y Filosofía, al tiempo que se instruyó en pintura con Juan Batlle Planas. Se motivó tempranamente por la literatura y por el estudio del inconsciente. Dejó como legado una vasta obra, a pesar de su corta vida; constituido por un extenso poemario, así como muchos escritos y relatos cortos surrealistas y alguna novela breve.

En 1955 publicó su primer libro de poesías, "La tierra más ajena", en el que muestra la influencia del bardo francés simbolista Arthur Rimbaud. En su obra refleja sentimientos de melancolía y finitud. En 1956 publicó "La última inocencia", dedicado a su psicoanalista, de quien -según testimonios-, estuvo enamorada. En este libro, la temática de desesperación está insistentemente presente. Alejandra Pizarnik escribió libros poéticos de notoria sensibilidad e inquietud formal, marcada por una insinuante imaginería; era firmemente apolítica y estaba influenciada en su lirismo por Antonio Porchia. Además de poemas sobresalientes como "Siempre" y "A la espera de la oscuridad". En 1958 publicó "Las aventuras perdidas".

Entre 1960 y 1964 vivió en París, donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas editoriales francesas; publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé e Yves Bonnefoy. En la Universidad de La Sorbona realizó estudios de religión y literatura francesa, además entabló amistad con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz; siendo este último el prologuista de su cuarto poemario "Árbol de Diana" (1962), en el que refleja su madurez como autora. Regresó a Buenos Aires y publicó "Los trabajos y las noches" (1965), con el que obtuvo el Primer Premio Municipal. Sus tendencias obsesivas se agudizaron hacia el final de su vida y publicó "Extracción de la piedra de la locura" (1968).

LA LOCURA DESQUICIANTE DE SUS ÚLTIMOS AÑOS


Después le sobrevino una etapa de marcada melancolía y la sombra de la locura desquició el final de sus años. En 1969 recibió la beca Guggenheim, lo que le permitió viajar a Nueva York, y en 1971 la Fullbright. Escribió en prosa "La condesa sangrienta" y "El infierno musical" (1971). Por ese tiempo se hizo evidente su interés por el sadismo y la fascinación que ejercía sobre ella. El gusto por lo perverso y lo grotesco fue claro en sus últimos poemas, en los que también afloró veladamente su lesbianismo.

En la vida de Alejandra siempre hubo una profunda tristeza, angustia, desolación, desconsuelo, ansiedad. Todos estos factores presentes en su vida de manera obstinada -una y otra vez-, la llevaron a la muerte. Murió de poesía, sin saber si son las palabras las que matan a las personas o es el desamor y la desesperanza o todo eso junto. Ella se desdobla inquietantemente en sus líneas. Tiene gente dentro: gemelas muertas, 'Alejandras' antiguas y otras mujeres que no se atrevió a ser más alla de la tinta y papel. En su poesía, refiere a esas 'Alejandras' lejanas y cercanas al mismo tiempo, dejando conocerlas a profundidad. Habla de su fragilidad, del desamor, de la aflicción de su alma; de la noche, de lunas y cielos infinitos.
Le gustaba escuchar música de rock a todo volumen durante horas enteras, y se apasionó por Janis Joplin; la cantante de rock americana muerta en 1970, y a quien dedicó un poema publicado en "Zona franca".

JULIO CORTÁZAR Y SU INTENTO DE ATARLA A LA VIDA


Julio Cortázar -su amigo entrañable-, no pudo retener en la vida a Alejandra Pizarnik. Por más que quiso y lo intentara, Alejandra no lo dejó convencerla y se fue… Lo que sigue es una carta que Julio le enviara a la poeta y existe un poema que también le escribió y que significa el abrazo tibio y largo con el que quería sujetarla. No lo logró.
"Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.
Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo".

Julio.

París, 9 de septiembre de 1971

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