Harry
Truman anuncia a los estadounidenses el bombardeo de Hiroshima por radio el 9
de agosto de 1945. Dieciséis horas después del ataque, el presidente anunció
públicamente desde Washington D.C. el uso de una bomba atómica:
"Los
japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos
devuelto el golpe multiplicado. Con esta bomba hemos añadido un nuevo y
revolucionario incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder
de nuestras fuerzas armadas. En su forma actual, estas bombas se están
produciendo. Incluso están en desarrollo otras más potentes. [...] Ahora estamos
preparados para arrasar más rápida y completamente toda la fuerza productiva
japonesa que se encuentre en cualquier ciudad. Vamos a destruir sus muelles,
sus fábricas y sus comunicaciones. No nos engañemos, vamos a destruir
completamente el poder de Japón para hacer la guerra. [...] El 26 de julio
publicamos en Potsdam un ultimátum para evitar la destrucción total del pueblo
japonés. Sus dirigentes rechazaron el ultimátum inmediatamente. Si no aceptan
nuestras condiciones, pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire
como la que nunca se ha visto en esta tierra".
El
anuncio de Truman fue la primera noticia real que se tuvo en Tokio de lo que
había pasado e inmediatamente se formó el Comité de Contramedida de la Bomba
Atómica, integrado por personal del ejército, la armada y ministerios del
interior. A pesar del nombre del comité, gran parte de los integrantes dudaban
que efectivamente se hubiera utilizado una bomba atómica, pues se creía que la
tecnología estadounidense no estaba tan avanzada como para desarrollarla, ni
para transportarla por todo el Océano Pacífico. Sólo cuando el personal fue a
la zona a investigar la destrucción ocurrida, aceptaron que ninguna bomba
convencional podría haber causado tanto daño.
El 8
de agosto, unos periódicos en Estados Unidos informaban sobre las descripciones
de la devastación retransmitidas por las emisoras de Radio Tokio: "Prácticamente
todas las cosas vivas, humanos y animales, se quemaron hasta la muerte", decían
los locutores japoneses en una transmisión interceptada por los aliados.
Sin
embargo, había otros planes para más ataques atómicos. Los Estados Unidos
esperaban tener otra bomba atómica lista para ser utilizada durante la tercera
semana de agosto, tres más en el mes de septiembre y otras tres para octubre.
El
10 de agosto, el mayor general Leslie Groves, director militar del Proyecto
Manhattan, envió un memorándum al general del Ejército George Marshall en el
que se leía: "La siguiente bomba [...] deberá de estar lista para entregarse al
primer día de tiempo adecuado, después del 17 ó 18 de agosto". Ese mismo día,
Marshall endosó el documento con el comentario "No se soltará sobre Japón sin
la orden expresa del Presidente". En el Departamento de Guerra se llevaba,
además, un debate sobre conservar la producción de las bombas atómicas hasta
que se llevara a cabo la Operación Downfall, la invasión a Japón.
COMISIÓN DE VÍCTIMAS DE LA BOMBA ATÓMICA
Harry
S. Truman tomó la decisión de lanzar las bombas atómicas y, asimismo, ordenó la
creación de la Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica para que se
investigaran sus efectos. Durante la primavera de 1948, se formó la Comisión de
Víctimas de la Bomba Atómica (ABCC por sus siglas en inglés) por mandato de
Truman, con el objetivo de que la Academia Nacional de Ciencias y el Consejo de
Investigación Nacional llevaran a cabo las investigaciones necesarias para
determinar los efectos posteriores de la radiación entre los supervivientes de
Hiroshima y Nagasaki. Entre las víctimas se encontraron una gran cantidad de decesos
indeseados, por ejemplo:
- Prisioneros
de guerra aliados.
- Trabajadores
chinos y coreanos.
- Estudiantes
de Malasia que estaban becados.
- Cerca
de 3200 ciudadanos estadounidense-japoneses.
Una
de las primeras acciones de la ABCC fue la de observar los resultados de los
embarazos en Hiroshima y Nagasaki, así como en una ciudad controlada
experimentalmente -Kure-, para discernir las condiciones y resultados con los
casos relacionados a exposición a la radiación. Algunos autores aseguran que la
ABCC se negó a proporcionar tratamientos médicos para los supervivientes, salvo
en casos estudiados e incluso, algunos aseguran que la atención médica fue
negada para obtener 'mejores resultados' en la investigación. En 1975, se creó
la Fundación para la Investigación de los Efectos Radioactivos (Radiation
Effects Research Foundation) para asumir las responsabilidades de la ABCC.
DECESOS POSTERIORES AL BOMBARDEO
De
acuerdo a la mayoría de las estimaciones, los efectos inmediatos mataron miles de
personas en Hiroshima. En la estimación total de muertes de finales de 1945, se
incluyen quemaduras, muertes relacionadas a la radiación; así como efectos
agravados por la falta de recursos médicos, que se debía a que muchos
profesionales de la salud murieron luego de que explotara la bomba y los que
sobrevivieron ignoraban los efectos de la radiación, así que no sabían cómo
tratar a las personas que continuaban llegando quemadas. Se ignoraban los
efectos tardíos que la radiación podía producir, puesto que era la primera
bomba de este modelo que se utilizó en el mundo. La calidad y cantidad de las
radiaciones recibidas por las personas continuó envuelta en incertidumbre, ya
que la potencia de la bomba debía ser calculada sólo a base de experimentos en
reactores sobre otras armas y distintos ensayos.
Algunas
otras fuentes aseguran que más de 200.000 personas fallecieron hasta 1950, ya
sea a causa de cáncer y otros padecimientos a largo plazo. Entre 1950 y 1990,
el 9% de las muertes ocasionadas por cáncer y leucemia entre los supervivientes
al bombardeo se debió a la radiación de las bombas; entre ellas, se estima que
89 casos fueron por leucemia y 339 de distintos padecimientos de cáncer. La
leucemia comenzó a aumentar en número de casos, tres años después de haber
explotado la bomba; además, diez meses después de la explosión, empezó a
aparecer la catarata en los supervivientes, y algunos de los niños que estaban
por nacer tuvieron una disminución en el tamaño de la cabeza y en algunos se produjo
algún tipo de retraso. Por lo menos once prisioneros de guerra fallecieron
durante el bombardeo.
Los
científicos creían que el impacto de la radiación desaparecería en 20 años. Aún
hoy aparecen nuevas patologías relacionadas con la bomba atómica.
LOS HIBAKUSHA
Las
víctimas supervivientes de los bombardeos son llamadas hibakusha (被爆者), una palabra en japonés que literalmente significa
'persona bombardeada'. Ser hibakusha -aseguran los supervivientes-, era como
una maldición, que los estigmatizaba. Además de las enfermedades a las que se
enfrentaron, estos supervivientes también tuvieron que lidiar con el rechazo
del resto de la sociedad; vivían ocultando su condición, ya que nadie quería
casarse con personas como éstas e incluso les negaban trabajos si se llegaba a
conocer que eran hibakusha. Según estudios independientes realizados sobre
distintas catástrofes, los hechos traumáticos alteran profundamente el conjunto
de creencias esenciales que las personas tienen sobre sí mismas. Esto fue lo
que ocurrió en Japón y más grave aún, dado que las personas eran rechazadas por
la sociedad.
Por
mucho tiempo, vivieron ignorando lo que había ocurrido y los efectos tardíos que
esta situación podía tener en ellos o sus hijos. Un año y medio después de la
tragedia, los supervivientes supieron que lo que ellos habían presenciado había
sido la explosión de una bomba atómica. Tres años después se formaron por
primera vez como asociación de víctimas para pedir ayuda al gobierno, para
tratamientos, pues no tenían dinero y muchos morían. Para el año 2008, 243.692
hibakusha eran reconocidos por el gobierno japonés, la mayoría viviendo en
dicho país. El gobierno además asegura que el 1% de dichos supervivientes
padece alguna enfermedad asociada a la radiación.
Sólo
tres años después de las bombas, el número de casos de leucemia entre los
hibakusha ya era superior al de las poblaciones no expuestas y el aumento del
riesgo relativo (comparado con grupos de control) tendría su pico a los siete
años. Los que eran niños en 1945, presentaron los mayores índices de leucemia
de todos los supervivientes. En cuanto a los distintos tipos de cáncer sólido
(sarcomas, carcinomas y linfomas, por ejemplo), el aumento de la incidencia se
detectó a los 10 años. El riesgo de sufrir un tumor se mostró además muy
relacionado con la dosis de radiación recibida.
Y no
sólo les envenenaron el cuerpo, también el alma. Los sucesivos seguimientos de
los supervivientes muestran la alta incidencia de ansiedad o estrés
postraumático. Aún hoy, años después, muchos hibakusha no se han recuperado
de la pérdida no sólo de su familia o amigos, sino de toda su comunidad en
apenas unos segundos.
Según
cifras oficiales, en 2014, había 197.159 hibakusha vivos. La cifra no incluye a
los hijos de supervivientes concebidos después de la bomba pero sí a unos 5.000
que aún estaban en el vientre de su madre cuando estallaron 'Little Boy' y 'Fat
Man'. Otros muchos murieron antes de nacer. De los que nacieron vivos, una
buena parte presentaban cuadros que eran nuevos para la ciencia médica:
aberraciones cromosómicas, electroforesis (separación por campo eléctrico) de
las proteínas o polimorfismos en el ADN.
Eizō
Nomura fue el superviviente más cercano a la 'zona cero' que se conoce. Eizō se
encontraba en el sótano de una moderna casa de descanso, a sólo 100 metros de
distancia en el momento del ataque. Akiko Takakura fue también una de las
supervivientes más cercanas al hipocentro de la explosión. Akiko se encontraba
dentro del Banco de Hiroshima, a tan sólo 300 metros de la 'zona cero'.
Memoriales
en Hiroshima y Nagasaki contienen listas de los hibakusha que se sabe han
muerto desde los bombardeos. Actualizadas anualmente durante el aniversario de
los bombardeos, los memoriales contienen los nombres de los hibakusha, en
Hiroshima y en Nagasaki.
DESTRUCCIÓN EN LAS ESTRUCTURAS
La
ciudad se encontraba en ruinas. Aproximadamente el 69% de los edificios de
Hiroshima fue destruido. Algunos edificios de hormigón en Hiroshima habían sido
construidos con una gran resistencia debido al constante riesgo de sismos en
Japón, y aunque su armazón no colapsó aún estando muy cerca del epicentro, las
paredes mostraron un daño interno severo ocasionado por la presión descendente
de la explosión.
Debido
a que la bomba detonó en el aire, la explosión se enfocó más hacia abajo que
hacia los lados, por lo que el edificio conocido como Cúpula Genbaku o Cúpula
de la Bomba Atómica, pudo permanecer en pie a pesar de encontrarse a tan sólo
150 metros de la zona cero. Las ruinas fueron renombradas como Monumento de la
Paz de Hiroshima y fue catalogado como Patrimonio de la Humanidad en 1996 con
la objeción de los Estados Unidos y China.
HIROSHIMA Y NAGASAKI EN LA ACTUALIDAD
Tras
el ataque atómico, Hiroshima fue reconstruida como una ciudad en memoria de la
paz. El gobierno japonés continuó pidiendo la abolición de las armas atómicas y
a mayor escala por la paz mundial. En mayo de 1949, el parlamento japonés
declaró a Hiroshima como "Ciudad de paz" y a Nagasaki como "Ciudad de la
cultura internacional".
Tanto
en Hiroshima como en Nagasaki se han erigido una gran cantidad de monumentos,
esculturas, ceremoniales y parques para recordar y conmemorar los eventos de
agosto de 1945.
Se
han cumplido más 70 años desde que Estados Unidos arrojó la primera bomba
nuclear sobre Hiroshima en plena Segunda Guerra Mundial. Sus terribles efectos,
que al día de hoy aún se sienten, marcaron un antes y un después en el arte de
la guerra y en el uso de la energía atómica en los conflictos.