domingo, 16 de junio de 2019

"SE BUSCA UN HOMBRE HONESTO EN ATENAS". LA LÁMPARA DE DIÓGENES

Uno de los personajes relevantes de la historia, cuyas correrías y anécdotas han sido tales que terminaron por reconocerlo en el movimiento del que formó parte, el cinismo; es Diógenes, quien terminaría siendo el cínico más famoso de la filosofía histórica. Un día, quizá por burla, alguien dejó una lámpara de aceite en el barril donde Diógenes vivía; el filósofo pensó durante algún tiempo qué hacer con aquella lámpara, hasta que después de la reflexión, le encontró un uso: saldría con ella encendida noche y día, tratando de encontrar a un hombre honesto.

EL GRAN PROVOCADOR Y AGITADOR DE CONCIENCIAS


Diógenes de Sinope -también llamado Diógenes el Cínico-, fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sinope, hacia el 412 a. C. y murió en Corinto en el 323 a. C. Diógenes fue exiliado de su ciudad natal y se trasladó a Atenas, donde se convirtió en un discípulo de Antístenes, el más antiguo pupilo de Sócrates. Diógenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. Se dice que vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las calles con esa lámpara encendida.
Los cínicos valoraban la pobreza como una cualidad virtuosa y Diógenes quiso llevarla a su máxima expresión. No la pobreza por la pobreza, obviamente, sino como ejemplo de independencia; pues para ellos no había nada más valioso que el hombre que podía vivir sólo con lo justo y necesario. Esa fue la piedra angular del pensamiento de Diógenes, y la tomó al pie de la letra.

Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco (hasta que se fue desprendiendo de éstas). Ocasionalmente estuvo en Corinto, donde continuó con la idea cínica de autosuficiencia: una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien. Los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía, consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza. Por ende, el sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.
      Y, al contrario que los otros ciudadanos de Atenas, vivió evitando los placeres terrenales. Con esta actitud pretendía poner en evidencia lo que él percibía como locura, fingimiento, vanidad, ascenso social, autoengaño y artificiosidad de la conducta humana.

       Las anécdotas que se cuentan sobre Diógenes, ilustran la consistencia lógica de su carácter. Este "Sócrates delirante" -como lo llamaba Platón-, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su manto y tenía por vivienda una tinaja. Cierta vez pensó que le sobraban cosas entre todas sus pertenencias: tenía su bastón, que necesitaba para caminar; tenía su manto, que le cubría y su zurrón, que contenía una escudilla y un cuenco para comer y beber, respectivamente. Un día, en uno de sus paseos por la ciudad, vio cómo un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando al terminar sus lentejas bebió agua con las manos en una fuente y Diógenes pensó que aquel muchacho le había enseñado que todavía tenía cosas superfluas y que por tanto, no necesitaba ni su escudilla ni su cuenco y acto seguido arrojó contra el suelo ambos y siguió caminando.
Profesaba un desprecio tan grande por la humanidad, que en una ocasión dejaron en su tinaja un pequeño candil; él pensó que no lo necesitaba, pues aunque en las noches y cuando hace frío se pasaba bastante mal, él no necesitaba estar despierto iluminándose con el mismo. Diógenes pasó mucho tiempo pensando qué haría con él, por lo que durmió esa noche y al amanecer despertó reflexionando qué hacer con el candil. Apareció en pleno día por las calles de Atenas con el candil de aceite en la mano, diciendo:

* * * "Busco un hombre, busco un hombre honesto que ni con el candil encendido puedo encontrarlo". * * *

La gente lo seguía y él continuaba vociferando lo mismo, sin encontrarlo aún a plena luz del día y con el candil encendido. Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino diciendo que sólo tropezaba con escombros.
        Así continuó caminando, evocando una y otra vez la honradez. Pretendía encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra…