Diversos
estudios han relacionado los efectos del amor con los de una droga, no sólo por
las hormonas que se liberan, sino por las regiones del cerebro involucradas. Es
impresionante saber que el cerebro, visto en estudios de resonancia magnética,
luce muy diferente en el enamoramiento, cuando se ama a alguien y cuando se está
en una relación de compromiso a largo plazo. Se dice que el enamoramiento es un
período de tiempo único y bien definido. Y estos misterios de los
procesos de nuestro cuerpo y las emociones, han llevado a que los científicos
investiguen a fondo qué pasa en nuestro cerebro en todo tipo de escenarios,
incluido el enamorarse.
Asimismo,
el ámbito de la biología del amor, se ha dedicado a estudiar los cambios del
cerebro en distintas etapas de ese sentimiento. "En el enamoramiento, tras el
impulso emocional del inicio, se ponen en marcha los circuitos cerebrales de la
confianza para consolidar el vínculo amoroso, y se silencian específicamente
las áreas que crean distancias, aquéllas que se activan en estados depresivos o
de tristeza", asegura una catedrática de Bioquímica y Biología Molecular. "Diálogos
y silencios entre las neuronas atan a los enamorados por una doble vía:
atrayéndoles al activar la vía de la recompensa emocional, y superando las
distancias personales al desactivar la desconfianza", explica la experta.
La
visión, la voz o el intelecto de la otra persona juegan un papel importante en
este proceso: es importante para despertar y mantener el enamoramiento, ya que
provoca una serie de emociones positivas que le llevan (a la persona enamorada)
a empatizar, conocer los sentimientos e intenciones y ajustar las respuestas. Y,
además, como dice el refrán "el amor es ciego"; porque esa emoción oculta los
defectos del otro, acerca el uno al otro y hace desaparecer las distancias
creando confianza.
Entonces
la torpeza, la emoción, las manos sudadas y hasta el comportamiento obsesivo
compulsivo típico de cuando estamos enamorados tienen su comienzo en nuestro
cerebro.
EL AMOR SE ORIGINA EN EL CEREBRO
Siempre
lo más común, es relacionar el amor con el corazón. Sin embargo, este
sentimiento se origina en el cerebro. Habitualmente se vincula el amor con el
corazón, ya que al término de una relación este órgano es el que más sufre; no
obstante, el sentimiento se origina en el cerebro, específicamente en la zona
de circuito de recompensa.
La
zona del circuito de recompensa se encuentra debajo de la corteza cerebral.
Allí se producen las emociones que llenan de placer, como la felicidad y el
amor. Ésta también está conectada con el área que permite razonar y por esta razón,
muchas veces el enamoramiento provoca hacer locuras, ya que actuamos "sin
pensar".
El
área de circuito de recompensas, además del amor, se activa con las drogas, que
producen placer o sentimiento de euforia. Esto que involucra neurotransmisores,
como la dopamina y serotonina. Empero, investigadores han dicho que el placer
tiene su lado oscuro: al igual que la droga, el amor es adictivo.
Ya
luego, al llegar al lado oscuro surgen los celos y el miedo a perder al ser
amado. Cuando pasa esto, las sustancias positivas comienzan a producirse en
menor medida. Cabe destacar que el circuito de recompensa no cambia con los
años como otras funciones del cerebro. Las emociones que provoca esta zona no
envejecen.
GUSTAR Y QUERER SON DOS PROCESOS DISTINTOS
Con
todo, esta etapa de obnubilamiento debe dar paso a la claridad del amor, y no
todas las culturas lo experimentan de la misma manera. Las diversas
investigaciones han permitido confirmar que el 'gustar' y el 'querer' se
procesan de forma separada en dos áreas del cerebro. Aunque las bases
biológicas del enamoramiento son universales, las tradiciones influyen en la
evaluación que el cerebro hace de la recompensa. Por ejemplo, los orientales,
por muy enamorados que estén, sopesan la relación con más cuidado y toman en
cuenta aspectos negativos más fácilmente que los occidentales.
En
cuestión de sexos también hay diferencias. Las mujeres emplean más la
oxitocina, la hormona de la confianza, que además aumenta su nivel con el
contacto físico y la mirada. Domina la empatía emocional. Por el contrario, los
hombres usan más la vasopresina, que potencia la testosterona y facilita una
empatía más racionalizada, y aumenta la detección de estímulos eróticos.
Igualmente,
la manera de afrontar los celos es distinta según el género: El cerebro
femenino ante una situación de peligro de la relación, muestra el pánico y la
inseguridad de ser desplazada emocionalmente. Sus niveles de oxitocina
facilitan una cierta tolerancia espontánea por la traición sexual. En los
varones, en cambio, se activan las áreas relacionadas con conductas agresivas y
sexuales. Y la vasopresina tiene el efecto opuesto a la oxitocina: conecta las
áreas del juicio y la emoción negativa, rompiendo la confianza y fomentando el
deseo de confrontación física. La conducta se torna a violenta, especialmente
si despierta la infidelidad sexual de su pareja.
Hasta
ahora, la mayoría de la investigación científica sobre el amor en el cerebro
está asociada a la liberación de hormonas y neurotransmisores que pueden crear
caos en nuestro sistema, así como nuestras emociones. A pesar de ello, la
ciencia detrás del amor sigue siendo todo un secreto, ya que hasta ahora no se
ha seguido la vida romántica -y por lo tanto los cambios en la química de su
cerebro- de una sola persona durante toda su vida; así que, no hay una
respuesta a ciencia cierta acerca de qué es el amor y todo lo que provoca en el órgano más complejo del cuerpo humano.